Tus ideas no valen nada…
A mediados de los '90 estuve algo más de dos años haciendo mi proyecto fin de carrera de ingeniería mecánica. Como resultado de este trabajo escribí un software de simulación de ciclos termodinámicos del que salió, tiempo más tarde, un libro de termodinámica ya olvidado (al menos por mi). Durante esa época tuve que consultar mucha bibliografía. Era ésta una tarea larga y tediosa que implicaba revisar muchos libros físicos en la biblioteca. Fue entonces cuando tuve una idea -para mi- estupenda:
¿Por qué no usar escáneres manuales y el incipiente software de OCR (Reconocimiento Óptico de Caracteres) para digitalizar todos los índices bibliográficos de los libros de la biblioteca de la Universidad?.
Eso facilitaría la vida muchísimo a los que teníamos que localizar las agujas en el pajar, ya que una simple búsqueda nos podría decir al menos qué libros hablaban de ciertos conceptos que necesitábamos.
Le di unas cuantas vueltas a cómo podría hacerse. Sabía que era una tarea ingente, pero desde luego me parecía factible en un tiempo y coste razonables. Además solo se trataba del índice alfabético, no del libro completo, lo que sí sería casi imposible de hacer a mano (como yo lo había pensado) y además no tendríamos problemas de propiedad intelectual con los editores.
Una vez meditado me fui a hablar con el bibliotecario de la Escuela, un tipo afable, con gafas y siempre relajado, la apariencia que cabría esperar de alguien que se pasa el día entre libros. Quería contarle la idea. Estaba seguro de que le iba a entusiasmar, pues era muy innovadora para la época (piensa que era el año 1996 o 1997), útil e incluso le facilitaría su trabajo.
Craso error.
Como era una persona cordial, en lugar de decirme directamente que yo era imbécil por pensar siquiera en la posibilidad hacer algo así, con una media sonrisa en los labios me contó una historieta protagonizada por el tonto de su pueblo y una de las ocurrencias que había tenido (¡no exagero!) . Simplemente le parecía algo imposible. Se salía de sus esquemas.
Un tanto desmotivado y (por qué no decirlo) humillado, decidí que bastante tenía con lo mío y que era mejor olvidarme del asunto.
Unos años más tarde Google digitalizaría no solo los índices alfabéticos, sino TODO el contenido de los libros del mundo 😒
¿Por qué se rechazan (casi) siempre las ideas innovadoras?
Lo anterior no fue más que una tontería, una anécdota de la que me he acordado hace poco. Pero me ha hecho pensar en por qué casi siempre las ideas que rompen con lo habitual se suelen rechazar por sistema.
Las personas necesitamos pensar en función de esquemas generales, de patrones que nos ayudan a comprender cómo funciona el mundo. Nos acostumbramos a ciertas forma de actuar, a que las cosas son de una determinada manera, y nos cuesta mucho movernos de ahí. Es un comportamiento lógico desde un punto de vista evolutivo.
Las ideas rompedoras -que suponen cambios bruscos- nos producen incomodidad, desasosiego, y tendemos a rechazarlas sin ni siquiera pensarlas bien. A mi me pasa también, como a todo el mundo.
Y esto ocurre incluso en esta sociedad disruptiva que nos ha tocado vivir, donde casi cada día se rompe alguna idea establecida y la innovación se enarbola como una bandera, casi como una religión. Hasta los que más defienden la innovación se sorprenden a si mismos rechazando ideas por ser "demasiado diferentes".
En este sentido es interesante leer el estudio "The Bias Against Creativity: Why People Desire But Reject Creative Ideas", de 2011, realizado por varios investigadores en EEUU. Su conclusión es la misma: existe un prejuicio latente hacia la innovación disruptiva, aunque luego expresemos lo contrario de cara a la galería. Está en nuestra naturaleza.
Todos rechazamos ideas y a todos nos rechazan ideas. Hay que aceptarlo y buscar la forma de minimizar el efecto.
Marketing de ideas
No todas las ideas son buenas, y es normal que muchas se rechacen Pero otras veces ideas excelentes se desestiman o no se apoyan por no saber transmitirlas.
Y es que nosotros las tenemos muy claras en nuestra cabeza, y creemos que los demás las van a ver tan diáfanas como nosotros. Lo cierto es que es casi imposible que eso ocurra y lo que tenemos que hacer es sacar esas ideas del oscuro rincón del cerebro donde las tenemos y expresarlas de manera clara, sencilla y con patrones fáciles de asimilar.
Mi opinión es que el marketing también ayuda en esta faceta. El marketing de producto está relacionado con la forma de comunicarlo: cómo, dónde, cuándo, a través de qué medio…
Podemos aplicar estos conceptos a preparar la presentación de nuestra idea. Si sabemos de antemano que la gente va a tener una tendencia natural hacia el rechazo, antes de presentar una nueva idea que rompa algunos conceptos asentados deberíamos prepararnos bien.
Ello implica primeramente preparar el mensaje. Debemos tratar de buscar todo aquello que relacione la idea con lo que el interlocutor ya conoce y valora, destacando más las partes que tiene en común con esto que las que lo diferencian, estableciendo analogías y demostrando claramente las ventajas. Y mejor aún será si podemos preparar una prueba de concepto, una demostración práctica de la idea, aunque sea pequeña. Debemos prever la mayor cantidad de objeciones que se nos van a presentar, y preparar contraejemplos o justificaciones. Hay que escoger también el lugar y el momento apropiados, así como la audiencia a la que se lo comunicamos.
En mi ejemplo, quizá no tendría que haber hablado con el bibliotecario, que veía trastocado todo su mundo, sino con estudiantes de doctorado o profesores. Tendría que haber pensado mejor cómo explicarlo, y seguramente no me hubiera resultado complicado hacer una primera prueba de concepto y un prototipo yo mismo.
Una historia real para terminar
Un caso que me encanta es la comparación que se ha hecho entre Nikola Tesla y Thomas Edison. El primero era un verdadero genio (al nivel quizá de Leonardo Da Vinci o John von Neumann, aunque mucho menos conocido), pero le fallaban las formas y no transmitía bien. Edison era sin duda un tipo muy listo, con más de mil patentes de sus invenciones, y se le atribuye entre otros muchos inventos el fonógrafo y la bombilla (en realidad Edison no inventó la bombilla, como casi todo el mundo cree, sino que la perfeccionó a partir de las ideas de muchos otros antes que él).
Es muy recomendable leer la larga tira/homenaje a Tesla que publicaron en The Oatmeal en 2012: Why Nikola Tesla was the greates geek that ever lived. Ya adelanto que Edison no sale muy bien parado.
Sin embargo merece la pena también leer este artículo aparecido en el New York Times el 28 de diciembre de 1879, unos días después de la primera demostración pública de la nueva bombilla de Edison, y cuya cabecera reproduzco abajo.
Es impresionante ver cómo Edison preparó esa primera demostración pública. Es toda una lección de marketing de producto en pleno siglo XIX: lugar, mensaje, demostración, asociación con conceptos ya conocidos, rebatimiento de objeciones, selección de público… Impresionante. Leyendo esto uno se explica fácilmente porqué Edison pasó a la historia y a Tesla, siendo mucho más genial, se le recuerda menos.
Creo que todos podemos extraer algunas lecciones de este caso, y lo primero es que el título completo de este artículo debería haber sido: "Tus ideas no valen nada… por sí solas".