Nicolas Hayek y la reinvención de las industrias
Todo el que me conoce un poco sabe que soy un gran aficionado a los relojes, especialmente a los mecánicos, los relojes "de verdad". Supongo que deriva de mi formación como ingeniero mecánico, donde aprendí lo complejo que puede llegar a ser que funcionen en sintonía cientos de engranajes y palancas, y toda la ciencia que hay detrás de ello. No dejan de parecerme increíbles las complicaciones mecánicas que contienen estos relojes. Cuestiones triviales en un reloj digital son endiabladamente complicadas de conseguir en un reloj mecánico.
Por eso puedo imaginar lo duro que debió de ser para la industria relojera suiza verse al borde del abismo a finales de los años '70. Si te crees que ahora hay industrias amenazadas debido a Internet deberías ver cómo estaban los relojeros tradicionales en esa época: cientos de años de tradición mecánica a punto de terminarse y sin una escapatoria clara debido a los relojes de cuarzo.
La historia de los relojes ha estado tradicionalmente dominada por los relojes mecánicos. Hasta los años '70 la única forma práctica de medir el tiempo en la muñeca era usar relojes de pulsera mecánicos. Sin embargo eran caros de producir, requerían mantenimiento, a los modelos más baratos (que no eran de cuerda automática) había que darles cuerda a menudo...
Pero entonces llegó el oscilador de cuarzo... Los japoneses, capitaneados por Seiko y su Quartz-Astron 35SQ popularizaron en los '70 sus relojes de cuarzo y posteriormente los relojes digitales. Eran sencillos, muy baratos y el cuarzo les daba una precisión altísima. Frente a los -4/+6 segundos de variación diaria que certifican aún hoy en día los mejores relojes mecánicos suizos, el cuarzo apenas sufre variaciones de exactitud al medir la hora.
Los efectos fueron devastadores. A finales de la década la industria del reloj en Suiza estaba al borde del cierre. De una 1.600 empresas relojeras en 1970 se pasó a alrededor de 600 a principios de los '80. Y de esas, la mayoría malvivían tratando de vender sus relojes mecánicos y con un mercado externo a Suiza cada vez más reducido.
La velocidad de destrucción que causaron los relojes de cuarzo es sólo comparable a los cambios que actualmente está impulsando Internet y su economía de la abundancia en otros sectores tradicionales, así que me parece una buena historia de la que aprender.
Mente abierta / Mente cerrada
Lo más irónico de todo esto es que el primer prototipo de reloj de pulsera de cuarzo lo crearon unos suizos en 1967 en el Centre Electronique Horloger (CEH). Sin embargo, cuando se lo ofrecieron a la industria, fue rechazado pues lo consideraron una aberración que iba en contra de la tradición y lo que ésta representaba. Ni un solo fabricante suizo lo consideró para ponerlo en el mercado. El resto es historia conocida.
Los fabricantes suizos disfrutaban de un pseudo-monopolio en el mundo del reloj, y habían sido muy innovadores durante siglos diseñando cada vez mejores complicaciones mecánicas: la fecha, el cronógrafo, el Tourbillon para compensar el efecto de la gravedad, las fases lunares, el Flyback...
...Pero en realidad era un poco más de lo mismo, no se introducía ninguna tecnología realmente rompedora. Y cuando apareció no la supieron ver. Tuvieron las llaves del futuro en sus manos y lo dejaron escapar por tener una mente cerrada.
Como ya he comentado en varias ocasiones, una innovación verdaderamente rompedora del mercado es casi imposible que venga de un actor ya establecido en un sector. Este es, en mi opinión, mucho peor que el caso habitual, porque la innovación nació dentro de su seno y no la supieron ver.
Entonces llegó Nicolás Hayek...
En la actualidad el sector relojero suizo está en mejor forma que nunca, ganan dinero a espuertas, sigue teniendo una posición preponderante en el mundo y las marcas más prestigiosas (y caras) siguen fabricando dentro de este pequeño país en el corazón de Europa. ¿Cómo es posible?
Nicolas Hayek, fallecido el pasado 28 de Junio a los 82 años, fue el hombre que cogió el toro por los cuernos y enderezó la situación. Curiosamente (o precisamente por ello, según se mire) no provenía del mundo de los relojes, sino que era un conocido consultor en Suiza. De origen Libanés y con madre estadounidense, se crió en suiza, estudió en Francia y acabó viviendo de nuevo en Suiza acompañando a su mujer que era de esta nacionalidad.
Hayek era muy respetado en el país tras haber fundado en los '60 su empresa de ingeniería, Hayek Engineering, y su opinión era muy valorada por grandes empresas de toda Europa. En el año 1982 los bancos del país hablaron con Hayek para que les ayudara a vender las marcas relojeras de las que eran accionistas a través de las agrupaciones ASUAG y la SSHI, y deshacerse así de un lastre financiero.
Pero Hayek, un visionario, se dio cuenta de que todavía había mucho camino por recorrer y mucho por innovar en el sector. Así que sustituyó la visión gris y puramente financiera de los bancos y de los vetustos señores de los relojes, por una visión innovadora, basada en la tecnología y el marketing, que trastocó la situación por completo.
Hayek apostó por la innovación técnica. Sus ingenieros diseñaron relojes de cuarzo que consiguieron disminuir el número de piezas necesarias para un reloj de pulsera desde 91 o más de los japoneses a sólo 51 sin pérdida de precisión y exactitud. Introdujeron la soldadura por ultra-sonidos, las cajas selladas herméticamente, y un proceso ensamblado que reducía los costes en gran medida. Y no se llevó la fabricación fuera del país.
Por supuesto nada de esto hubiera servido de mucho si no se le hubiera unido un marketing innovador también. Hicieron falta ambas cosas. Y de ahí nació Swatch.
A partir de ese momento cualquiera podía tener varios relojes de pulsera, modernos y "trendy", y elegir uno para cada ocasión o para cada ropa. Con relojes a 30 o 40 euros de los de ahora no había problema. Frente a los horribles relojes japoneses de entonces las muñecas se llenaron de colorido. El primer reloj de mi pequeña colección era un Swatch de correa metálica que me compré en el año 1989 y que aún conservo y utilizo con frecuencia.
Swatch fue un éxito arrollador. Pero al mismo tiempo Hayek usó los enormes beneficios que le proporcionaba la base de la pirámide para revitalizar el resto de las marcas de alta relojería que posee el Grupo Swatch, entre otras: Omega, Longines, Hamilton, Rado, Tissot, Certina, Mido, Breguet,Pierre Balmain, Calvin Klein, o Blancpain (que tiene uno de mis relojes favoritos). Tiene marcas ubicadas en todos los segmentos, hasta en el de los niños con los relojes Flik-Flak.
Junto a otro Nicolás, en este caso Nicholas Negroponte del MIT, inventaron e impulsaron el Tiempo de Internet, que dividía el día en 1000 "beats". Trataba de ser el modo de medición del tiempo de referencia en el mundo Internet, donde las fronteras impuestas por las zonas horarias no importan y los sitios Web nunca cierran. Muchos geeks tuvieron un reloj Swatch Beat. Por desgracia yo no pude comprarme uno entonces 😦
También fue un visionario de los medios de transporte ecológicos e imaginó un coche ultra-compacto movido por un motor híbrido gasolina-electricidad. De ahí nació el mítico Smart, coche que tengo la suerte de conducir:
Por desgracia sus socios de Mercedes no lo vieron tan claro, empezaron a hacer cosas raras con otros modelos de Smart que supusieron una ruina, y Swatch salió del negocio debido a las discrepancias. Ahora, sin embargo, DaimlerChrysler sólo construye el modelo original de dos plazas y la visión de Hayek se ha hecho realidad con los primeros modelos híbridos ya en el mercado.
En resumen
En la actualidad ya no se necesitan relojes de pulsera. En este mundo de gadgets y smartphones un dispositivo con una sola función -medir el tiempo- como un reloj de pulsera parece algo totalmente anacrónico y condenado a desparecer. Sin embargo los relojes están más vivos que nunca y no sólo se venden en la franja baja del mercado, sino que todas las bandas de consumo (desde el reloj de plástico a los relojes de lujo) siguen creciendo.
Esto es en gran medida consecuencia de la visión de un hombre, Nicolas Hayek, que supo transformar una industria moribunda en otra pujante innovando en tecnología, marketing y conceptos.
Lo que esta historia nos enseña es que, probablemente, todas las industrias pueden encontrar una salida a sus situaciones por desesperadas que sean. Y que siempre hay una vuelta de tuerca que dar introduciendo una forma de pensar diferente.