La fruta más alta siempre sabe mejor

José M. Alarcón
José M. Alarcón
Gallego de Vigo, amante de la ciencia, la tecnología, la sociología, la música y la lectura. Ingeniero industrial y empresario. Fundador de Krasis, especialistas en e-learning. Autor de varios libros y cientos de artículos.
La fruta más alta siempre sabe mejor

La disonancia cognitiva es una teoría psicológica que habla sobre el malestar que nos produce el hecho de tener que sostener dos ideas opuestas al mismo tiempo. Debido a ello, cuando nos encontramos en una situación como esas, generalmente buscamos algún motivo para reducir la discrepancia y por lo tanto para disminuir ese malestar.

Es esta disonancia la que nos lleva muchas veces a sostener, en contra de la evidencia, opiniones equivocadas sobre ciertos actos que cometemos. En definitiva nos lleva a justificar muchas veces nuestro comportamiento con auto-engaño. Pero no se trata simplemente de que nos mintamos a nosotros mismos de manera consciente, sino que al final lo interiorizamos y acabamos creyéndonoslo de verdad. He ahí la grandeza de la mente humana. Y es que la única manera de disminuir ese malestar de verdad es creyéndonos nuestras propias justificaciones.

Por ejemplo, cuando nos compramos el último gadget del mercado que no necesitamos para nada y por el que hemos pagado un dineral, lo justificamos porque nos va a ayudar con el trabajo. Aunque no sea realmente así nos lo acabamos creyendo.

Hay muchos efectos que se contemplan bajo la teoría de la disonancia cognitiva, como el de "Esfuerzo-Justificación" que es el que lleva grupos cerrados de personas a estar más unidos entre sí después de ciertos rituales de iniciación generalmente agresivos o violentos y en cualquier caso duros. Se da por ejemplo en bandas callejeras, tribus africanas o cuerpos militares.

El trabajo es aburrido y la paga es mala

Tal vez el efecto más conocido y común de la disonancia cognitiva sea el "Paradigma de conformidad inducida".

Se han llevado a cabo cientos de experimentos psicológicos para demostrar la existencia de este paradigma, pero el primero y más famoso se realizó en el año 1959 por parte de Festinger y Carlsmith de Stanford y se puede leer completo aquí.

En resumen, un grupo de estudiantes fueron obligados a realizar una tarea tediosa y pesada -girar una clavija a intervalos de 90 grados- durante una hora. La idea era imbuir en ellos una actitud muy negativa hacia la tarea.

Al terminar el trabajo odioso se les pidió que hicieran un favor a los investigadores: que hablaran con otra persona y trataran de convencerla de que el trabajo que habían hecho era atractivo y estimulante. A la mitad de los sujetos se le pagó una cantidad respetable y a los otros algo irrisorio por hacer este "favor".

Finalmente se les pidió a todos que valoraran según diversos criterios la tarea aburrida que habían realizado.

Según las teorías conductistas los participantes que recibieron más dinero deberían ser lo que más la valoraran puesto que asociarían el pago con la tarea. Sin embargo las teorías de la disonancia cognitiva parecían correctas, y realmente los que mejor valoraron la tarea fueron aquellos que recibieron el pago simbólico por hablar con el "gancho".

El motivo, según la teoría, es que los que recibieron una cantidad respetable (20 dólares en aquella época eran bastante dinero) tenían una justificación externa obvia para su comportamiento, mientras que los otros se vieron forzados a interiorizar la actitud positiva que estaban expresando al colaborador porque en realidad no tenían ninguna otra justificación.

Existen, como digo, muchos otros experimentos similares, incluso con niños pequeños que demuestran que este comportamiento es innato en los seres humanos y nuestra mente siempre trata de eliminar la diferencia entre las dos situaciones disonantes.

Motivación

Del conocimiento de este comportamiento humano se pueden extraer muchas conclusiones, pero para mi la más importante es la que da título a este post: la fruta más sabrosa siempre está en las ramas más altas. Es decir, por regla general, cuanto más nos cuesta conseguir una cosa más satisfacción nos produce. Dentro de un orden.

Ya he hablado aquí de la importancia de fracasar. Cuando se nos da todo hecho o todo viene rodado en nuestra vida no somos capaces de valorar las cosas del mismo modo.

No estoy comulgando aquí con la tradición judeo-cristiana de que esto es un valle de lágrimas y hemos venido al mundo a sufrir. No pienso eso. Pero sí que estoy convencido de que lograr que las cosas funcionen a base de esfuerzo personal ayuda a llevar una vida más plena. Digo, en definitiva, que el dinero por si mismo no da la felicidad.

Y esto es algo que parece que se ha olvidado en la últimas dos generaciones, durante los años de bonanza. Los valores que se han difundido en la sociedad han sido los de la ley del mínimo esfuerzo e incluso se acuñaron términos como "la cultura del pelotazo". Y eso puede estar bien para algunos, pero por la propia naturaleza humana a la mayoría nos resultaría insoportable a largo plazo, aunque pensándolo en caliente nos pueda parecer lo contrario.

Todos deberíamos alcanzar el éxito (para cada persona es una cosa diferente), pero si queremos que ello nos haga felices a largo plazo deberíamos conseguirlo a través de nuestro esfuerzo y no esperar que nos caiga del cielo.

Termino con una frase que me gusta mucho, atribuida a Donald Kendall, el ex-presidente de Pepsi Cola:

"El único sitio en el que el Éxito viene antes que el Trabajo es en el diccionario"

Hard-Work-Ant

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