La experiencia es un peine
La semana que viene, el 23 de mayo, cumplo 40 años. Siendo éste un bonito número redondo que se aproxima a la mitad de la esperanza de vida, es momento de pararse a reflexionar, pero haciéndolo de una forma pausada y objetiva, evitando el pánico que conduce a la famosa “crisis de los 40” o “crisis de la mitad de la vida”.
Esta crisis ha sido caricaturizada muchas veces en películas y series de televisión: el típico individuo gordito y calvo que llega a los 40, le invade la depresión por todo lo que no ha hecho o conseguido en la vida y se viene abajo. Así que entra en una etapa de regresión y acaba comprándose un deportivo descapotable, se viste como un veinteañero, se tatúa, deja a su mujer… y, como no, acaba haciendo el ridículo.
Lo cierto es que algunos estudios (en este caso de Harvard) revelan que esta crisis la sufren únicamente entre el 5 y el 12% de la población en esas edades, y que la edad más frecuente para sufrirla suele ser los 46, aunque se da incluso hasta los 60 (no tengo datos de España).
Más allá entonces de los tópicos y centrándonos en la esfera profesional (la personal queda en el ámbito privado de cada uno), ¿qué hay de cierto en eso de que a los 40 todo va cuesta abajo y si no hemos hecho algo grande antes ya no lo vamos a hacer?
Los emprendedores deben ser jóvenes
La sabiduría popular dice que si no has hecho algo grande antes de los 35 años lo más probable es que no lo vayas a hacer nunca. Que si sobrepasas esa edad ya no puedes ser innovador y crear ideas o productos revolucionarios o empresas exitosas. Y más aún en sectores tecnológicos donde los jóvenes parecen ser los que rompen los moldes. Sin llegar a estos extremos, muchas empresas no quieren contratar a nadie que se acerque a los 40, e incluso en algunos cursos rancios de RRHH se estudia el declive de la productividad que supuestamente se comienza a sufrir a esa edad. No se han enterado de que los 40 son los nuevos 30 😃
Todos tenemos en la mente los casos de emprendedores/innovadores jóvenes y exitosos que han cambiado el mundo: **Steve Jobs **y **Bill Gates **montaron sus respectivas empresas a los 21 años en 1976, Mark Zuckerberg creó Facebook a los 20, James Watson reveló la doble-hélice del ADN con 25 años (aunque su compañero Francis Crick tenía 37)…
Estos casos espectaculares hacen que se difunda el mito de que el éxito hay que conseguirlo a edad temprana o no se alcanzará nunca. Y siendo promovidos por gente joven se les da mucha más cobertura en los medios precisamente por su poca cotidianidad.
Una cosa es cierta: para ser innovador es necesario romper reglas, desafiar a la autoridad o al conocimiento preestablecido, y no tener miedo al fracaso. Estas tres características suelen estar más presentes en la gente joven, y se van reduciendo con la edad, a medida que adquirimos más responsabilidades (y más sabiduría) y dejamos de tener la sensación de que nos queda la vida completa por delante.
Pero entonces…
¿Existen innovadores y emprendedores viejunos?
La fundación Erwing Marion Kauffman en EEUU se dedica al estudio y fomento de la actividad emprendedora y es la entidad de este tipo más grande del mundo. Hace cuatro años realizaron un estudio entre los fundadores de más de 600 empresas innovadoras exitosas (es decir, que realmente generan beneficios y son empresas consolidadas) creadas en la década anterior. Los resultados sorprendieron a más de uno porque desafían a la sabiduría popular.
En primer lugar: la media de edad a la que fundaron sus empresas los encuestados era de 39 años. Además existía el doble de emprendedores exitosos de más de 50 años que menores de 25.
Respecto a la educación recibida, en contra del mito de los exitosos genios que dejan la universidad porque se aburren (Gates, Jobs, Zuckerberg…), el estudio reveló que la mayoría de los emprendedores con éxito -un incontestable 92%- poseen estudios superiores, más de la mitad en ciencia o tecnología, pero también en empresariales.
Por otro lado, el profesor Benjamin F. Jones de la Kellog School of Management realizó también en 2008 un amplio estudio sobre los logros de los premios Nobel en física, química, medicina y economía del siglo pasado, así como los de los padres de los grandes logros técnicos del mismo periodo. La idea era localizar y analizar las edades a las que éstos los habían logrado. Sorprendentemente (o no), la edad promedio a la que habían alcanzado sus máximos logros ¡era también de 39 años!. Es más, hay dos conclusiones bastante interesantes:
Esa edad se ha ido incrementando poco a poco, y de hecho en un siglo se ha movido 6 años hacia arriba, por lo que se estima que ese promedio seguirá aumentando en las próximas décadas.
El aumento de la edad “culmen” no se debe a que vivamos más sino a que se observa un declive acusado en los resultados innovadores de las generaciones más jóvenes.
¿Sorprendente?
Bueno, en realidad no tanto.
Seguramente es cierto que, gracias a ese desafío a lo establecido y menor aversión al riesgo, las edades tempranas son mejores para generar grandes ideas. Pero no es menos cierto que para convertir esas ideas en proyectos reales y factibles se necesita mucho más: generar algo útil de ellas, obtener recursos, saber vender y distribuir el producto, gestionar los recursos humanos… Y esto tanto vale para innovación tecnológica, científica, económica, social… Aunque no se aprecie a simple vista, en todas ellas entra en juego todo este tipo de cuestiones en mayor o menor medida.
Las ideas por si solas no valen de mucho. Lo verdaderamente importante es poder transformar esas ideas en algo tangible, real y que sirva para algo en la práctica. Y es ahí donde la experiencia es un grado.
Y es que para montar una empresa con veinti-pocos años hay que tener una buena dosis de inconsciencia y desconocer la mayoría de las propias limitaciones. Lo sé de primera mano porque monté mi empresa con 27 años 😉 El problema a esa edad es que todavía no sabes en dónde están tus limitaciones, y por eso te crees capaz de todo. La experiencia, que sólo viene con la edad, te enseña que hay mucho más de lo que parece a simple vista.
Siempre he dicho que si hubiera montado la empresa más tarde, con más experiencia vital, me hubiera ido mejor en menos tiempo. Por otro lado hay lecciones -sobre todo las relacionadas con las personas- que sólo se aprenden a base de pegarte con la realidad, y eso cuanto antes lo aprendas mucho mejor.
Otro factor a tener en cuenta es que cada vez estamos más inmersos en un mundo altamente profesionalizado y tecnificado. En la actualidad es casi imposible elegir un campo de la ciencia, la tecnología o la empresa y poder dominarlo por completo en poco (o incluso mucho) tiempo. No sólo **es necesaria una buena base **de conocimiento y disciplina académica (de la que estructura la mente, no la que la trata como un contenedor de datos) sino que además hay que dominar aspectos como la comunicación, el trabajo con equipos multi-disciplinares y diversas partes de la gestión. ¿Recuerdas las cinco mentes del futuro? Y para todo esto se necesita sobre todo experiencia, la cual viene siempre dada por la edad, aunque no al contrario.
Por ello, hoy en día para alcanzar logros sustanciales es necesario mucho más tiempo que antes también. Aunque desde luego el talento sigue siendo muy necesario, pero no es lo más determinante.
Yo era una joven promesa…
Hay un proverbio (creo que) belga que reza:
“La experiencia es un peine que nos da la naturaleza cuando ya estamos calvos”
Por suerte no estoy gordito ni calvo, y las cosas no me han ido mal hasta ahora, así que no me puedo quejar. No creo que me aqueje la crisis de los 40. Otro podría argüir que Alejandro Magno a los 24 había conquistado el mundo así que, por comparación, todos somos unos perdedores a su lado. Claro que a mi edad él ya estaba muerto 😉
Aferrarse a una meta inalcanzable fijada cuando eras un crío no es ser muy inteligente. Lo importante en mi opinión es fijarnos en cada momento de la vida metas personales y profesionales que sean realistas según nuestro entorno y, sobre todo, que nos llenen. El aforismo “no es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita” es una gran verdad.
Llego a esa nueva etapa -el ecuador de la vida- tranquilo, lleno de ilusión por hacer cosas nuevas, y con la esperanza de que lo mejor está todavía por llegar, que todavía tengo muchos retos que conseguir. El no saber qué te depara el futuro asusta, pero ahí está la gracia también. Imagínate que ya tuvieras todo claro. Seguro que no te gustaría.
Como decía Einstein, lo importante es no dejar de preguntarte cosas. Nunca. La curiosidad tiene una razón de ser muy importante, y es hacernos avanzar. Sé que aún me queda casi todo por aprender -en todos los aspectos- y casi todo por hacer. Y es algo que me gusta, aunque imponga un poco.
Siempre que tengamos salud y el entorno no sea excepcional podemos vivir el mejor momento de nuestras vidas. Hay etapas en las que lo que nos rodea se vuelve negro, pero al final gran parte de salir de esa oscuridad es cuestión de la actitud que tengamos ante la vida.
O al menos eso quiero pensar 😃