No es solo votar: cuando la democracia se devora a sí misma

La democracia se muere (o al menos está muy enferma), pero no por un golpe de estado ni una revolución violenta. Su final podría llegar a través del voto, cuando la manipulación de las masas y el populismo digital transforman el gobierno del pueblo en el gobierno de la turba.

José M. Alarcón
José M. Alarcón
Gallego de Vigo, amante de la ciencia, la tecnología, la sociología, la música y la lectura. Ingeniero industrial y empresario. Fundador de Krasis, especialistas en e-learning. Autor de varios libros y cientos de artículos.
No es solo votar: cuando la democracia se devora a sí misma

Los antiguos griegos diseñaron la democracia, pero también nos advirtieron de su lado oscuro: un sistema en el que la "sabiduría" colectiva puede transformarse en "locura" colectiva. Dos milenios y medio después, en la era de las redes sociales y la posverdad, deberíamos escuchar esa advertencia más que nunca.

Quédate y sigue leyendo. Es largo, pero será interesante. Lo prometo 🤞🏻

Últimamente, a raíz de la victoria incontestable de Trump en las elecciones de EEUU, he leído de todo. Pero se repite mucho una idea, en mi opinión errónea, que me ha hecho volver a reflexionar sobre los peligros más importantes de la democracia mal entendida.

Para muestra de ese tipo de comentarios, un "botón" paradigmático, en especial su segunda frase:

Comentario que dice: Hay demasiada gente a la que le gusta la democracia, pero solo si gana el que ellos quieren. Si ha ganado por mayoría, es que la mayoría de la población lo quiere, sea como sea, sea un monstruo o un ángel, es democracia.

Este de "la mayoría" es un argumento muy habitual que se utiliza para justificar casi cualquier cosa, sobre todo por parte de los propios políticos, lo cual debería hacernos sospechar del mismo ya como punto de partida.

En mi opinión, hay varias cosas incorrectas o poco meditadas que encierra este tipo de afirmación, y lo voy a explicar continuación

La falacia de "Una persona, un voto"

Pensar que cada voto pesa lo mismo y que cuando se sacan más representantes se evidencia la opinión de la mayoría, es una simplificación falsa que no refleja la realidad de los sistemas electorales modernos. Aunque esto es obvio, no se suele tener en cuenta. O se nos olvida en cuanto pasan las elecciones.

Empezaré por lo más evidente: prácticamente todos los países implementan mecanismos correctores que hacen que algunos votos "pesen" más que otros. Por ejemplo, en España las provincias menos pobladas tienen una representación proporcionalmente mayor en el Congreso que las más pobladas (un diputado en Soria "cuesta" muchos menos votos que en Madrid). En Estados Unidos el Colegio Electoral hace que los estados pequeños tengan más peso relativo y, por ejemplo, el Senado otorga la misma representación a Wyoming (580.000 habitantes) que a California (40 millones).

Estas aparentes "distorsiones" son en realidad mecanismos para proteger los intereses de las zonas menos pobladas y las minorías territoriales, evitando que las grandes concentraciones urbanas monopolicen el poder político. Además, muchos sistemas incluyen otros correctores como umbrales mínimos de votos, circunscripciones múltiples o fórmulas de reparto de escaños (como el sistema D'Hont aquí en España) que, aunque técnicamente vulneran el principio de "una persona, un voto", buscan garantizar la gobernabilidad y una representación más equilibrada de todos los territorios y grupos sociales.

En neto se supone que son beneficiosos, pero presentan también muchos desafíos y posibles problemas.

Lo anterior es solo un ejemplo básico. Existen multitud de formas de votar, pero ninguna de ellas perfecta, como demostró en su Teorema de la Imposibilidad el premio Nobel Kenneth Arrow. Si no has visto este vídeo del recomendabilísimo canal de YouTube Veritasium, ya estás tardando:


Volviendo a EEUU, además de todos estos factores, tienen la dificultad añadida de que utilizan un sistema electoral supercomplejo que depende de cada Estado, con cuestiones muy sui generis que vienen de siglos atrás, con la posibilidad de dejar fuera a muchos votantes por tecnicismos, y con la existencia de algunas formas mucho más "quirúrgicas" de decantar la balanza para un lado u otro en función de los intereses partidistas. Por ejemplo, si nunca has oído hablar del Gerrymandering, pulsa el enlace que vas a flipar (si puedes, léelo en inglés: mucho más detallado). Por no mencionar además la prevalencia del dinero que cada partido gasta sobre casi cualquier otra cuestión, claro.

En definitiva, lo que quiero dejar claro es que eso de que el que gana refleja la opinión mayoritaria es una simplificación absurda que además es falsa. Muchas veces puede ser una falacia intencionada. La mayor parte de las veces, creo yo, es simple desconocimiento o falta de reflexión.

Y todo este "rollo" parece que es "hilar fino", pero no lo es.

Es importante recordar que aunque un partido (o una coalición) obtenga más representantes que otros y acabe gobernando, no significa en absoluto que "la mayoría de la población lo quiere" (citando el comentario de arriba). Y menos aún en un país tan extenso y con poblaciones tan descompensadas como en EEUU (en España nos pasa algo parecido).

La comunicación radical hacia unos pocos y la polarización

Lo anterior tiene un efecto pernicioso muy importante: la comunicación solamente debe hacerse para un grupo demográfico relativamente pequeño ya convencido, que responda a las emociones y que proporcione el peso de votos que se necesitan para ciertas partes clave del país (en el caso de EEUU, los llamados "estados bisagra" o swing states, en el caso de España ciertas comunidades con peso de escaños debido al sistema D'Hont).

Esto provoca que:

  • Los candidatos puedan hacer caso omiso de la mayoría de votantes y centrarse en mensajes muy específicos para audiencias concretas
  • Se polarice el discurso para movilizar a ciertas bases en estados decisivos
  • Un candidato puede ganar sin necesitar la mayoría popular del país, lo que reduce el incentivo para buscar consensos y fomenta todavía más la polarización

Además, el sistema totalmente bipartidista que tienen en EEUU fomenta todavía más la demonización del contrario y facilita las posiciones extremas. Aquí no ocurre tanto lo último, pero sí que tenemos mucho de lo primero.

Por todo esto que he explicado hasta ahora, el estilo de comunicación de Trump: agresivo, faltón, incluso con odio... no es ningún misterio, ni es innovador. Es solo alguien a quien no le importan las consecuencias, y sabe exactamente qué hacer. Tampoco se trata de que haya ganado porque "sabe levantar pasiones frente a Kamala que tiene menos carisma" (y cito esto que he leído en esencia mucho por ahí). No es nada de eso.

Trump ha ganado porque:

  • Se centró en mensajes incendiarios para estados clave
  • Utilizó la polarización como estrategia deliberada
  • Cultivó una base fanática en las primarias que luego no necesitó moderar
  • No necesitó buscar mayorías amplias, solo ganar estados estratégicos
  • El sistema winner-take-all de los estados le permitió ganar con minorías apasionadas

Trump no trata de convencer a nadie, solo de hacer de caja de resonancia para los que ya están convencidos, y alejar más aún de la política a los que no lo están.

El playbook de Trump y sus imitadores es:

  • Usar propaganda simple pero efectiva
  • Apelar a emociones básicas como el miedo o la ira
  • Promover el "nosotros contra ellos"
  • Y dirigirse a las minorías que necesita para ganar a la mayoría aprovechándose de las ineficiencias inevitables del sistema electoral

Y esto se está viendo en todas partes adaptándose a sistemas de elección diferentes.

Y no es ninguna una novedad: se lleva utilizando desde hace miles de años, solo que ahora se magnifica y es más quirúrgico gracias a los medios de comunicación masivos pero personalizados que ofrece Internet.

Y sí... esa sí es una nueva lección: Trump ganó también gracias a Internet y a las formas "alternativas" de informarse que usan ciertos grupos demográficos hoy en día.

La democracia degenerada: Oclocracia

Oclocracia o gobierno de la muchedumbre (del griego, literalmente "poder de la turba") es una de las formas de degeneración de la democracia. Y se conoce desde que su propia invención: ya Aristóteles advertía sobre sus peligros hace más de 2.300 años.

La oclocracia es, básicamente, cuando el poder se obtiene o se mantiene a través de la masa desinformada y manipulada. Es como cuando en una reunión de vecinos, en lugar de debatir racionalmente y con calma los problemas del edificio, al final gana quien grita más fuerte o quien promete soluciones mágicas imposibles de cumplir. Seguro que lo has vivido si has asistido a alguna.

En el desarrollo de este tipo de estrategia política que se está imponiendo, sólo se tiene en cuenta de una forma superficial los intereses reales del país, siendo el objetivo la conquista del poder (o su mantenimiento) mediante la acción demagógica en cualquiera de sus múltiples formas, apelando a emociones irracionales mediante estrategias como la promoción de discriminaciones, fanatismos y sentimientos exacerbados, fomentando los miedos irracionales, etc... para ganar el apoyo popular de la parte de la población que nos interesa. Esto gracias, claro está, a los sesgos del propio sistema que he explicado someramente antes.

Es como si fuera una enfermedad crónica de los sistemas democráticos que resurge cada cierto tiempo a lo largo de la historia. Últimamente lo hemos visto en muchas democracias occidentales: el Brexit en Reino Unido, el auge de partidos populistas de ambos signos en Europa, los movimientos antiestablishment en varios países, el wokismo y la cancelación... Y por supuesto con el inefable Trump y la deriva autoritaria del Partido Republicano estadounidense.

Todos comparten patrones similares: discursos simplistas, supuesta protección de ciertas minorías, promesas grandilocuentes y la búsqueda de chivos expiatorios para problemas muy complejos. Todas cosas que siempre nos deben hacer sospechar y escapar, pero que siguen funcionando.

El único voto válido debería ser el voto consciente

La verdadera democracia va mucho más allá del simple acto de votar. Como bien señalaba Rousseau: "no se trata solo de contar cabezas, sino de que esas cabezas piensen". El filósofo francés hablaba de la voluntad general como algo distinto a la simple suma de voluntades individuales.

Un voto consciente requiere:

  • Acceso a información veraz y diversa
  • Capacidad de análisis crítico
  • Comprensión de las consecuencias a largo plazo
  • Disposición al diálogo y al debate constructivo

La democracia no es solo un sistema de gobierno, es también una responsabilidad compartida. Cuando reducimos la democracia a un mero ejercicio numérico de "una persona, un voto" (falso además, como hemos visto) sin considerar la calidad del proceso, estamos abriendo la puerta a la oclocracia.

Por eso, el verdadero desafío de nuestro tiempo no es solo defender el derecho al voto, sino promover una ciudadanía informada y crítica, capaz de resistir las tentaciones de la demagogia y el populismo. Es una utopía seguramente, pero solo así se podrá mantener la verdadera esencia de la democracia.

5 propuestas para mejorar nuestro sistema en occidente

Mientras eso no ocurre y tenemos que lidiar con lo que hay ¿qué podríamos hacer, aparte de divulgar? (que es lo que intento hacer yo)

Vaya por delante que yo no soy un experto en esto (así que no me machaques en los comentaros), pero sí tengo cierto criterio porque me gusta aprender, leer y escuchar, e intento llegar a mis propias conclusiones. Y tengo buena intención, sin intereses ocultos (en esto debes creerme 😉).

Algunas ideas podrían ser las siguientes (lo sé: más fácil decirlo que hacerlo pero...):

  1. Enseñar en las escuelas cómo funciona el sistema electoral, que implicaciones tiene y cómo debe ser el voto consciente. En España, a pesar de haber sido niño durante la transición, jamás nos hablaron de nada de esto, del mismo modo que no nos enseñaron muchas otras cosas útiles para ser un ciudadano consciente y con criterio. Esta es la parte más grave y más importante.
  2. Regular efectivamente las redes sociales para combatir la desinformación, sin caer en la censura. Por ejemplo, con fact-checking independiente integrado y algoritmos que no favorezcan contenido polarizante.
  3. Implementar sistemas de votación más sofisticados que los actuales, como el voto preferencial o por puntos, que pueden favorecer opciones más consensuadas frente a las más polarizantes. Nuevos tiempos, nuevas reglas. No serán tampoco perfectos, pero sí más adaptados a las necesidades actuales.
  4. Mantener y reforzar la separación de poderes. En especial proteger la independencia judicial (algo que no ocurre en España y mucho menos en EEUU), pero también los medios de comunicación (el 4º poder), tanto los masivos convencionales como los "nuevos" pequeños e incluso individuales en Internet, sin caer en la censura (existen otras formas).
  5. ¿Hacer el voto obligatorio? Algo que siempre me ha parecido una buena idea, pero que reconozco que es un arma de doble filo. La idea es que como más gente va a votar, los pesos de esas minorías hiperpolarizadas contarían menos. Pero también puede provocar que gente desinteresada vote a lo loco, sin reflexión, o incluso por opciones populistas como protesta. Así que no lo tengo claro del todo, pero es una idea más que puede añadir valor al debate.

Al final la conclusión es que la democracia es indispensable, pero debemos ser conscientes de sus limitaciones, y el síntoma más claro es cuando los gritos ahogan a la razón, como está pasando ahora.

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