Tolkien, Platón y la sensación de impunidad
El mundo creado por el escritor fantástico J. R. R. Tolkien gira en torno a un anillo, el anillo único, que sirve para controlar a todos los Anillos de Poder. Su portador adquiría un poder tremendo. En la imaginación de Tolkien el anillo poseía muchas propiedades, pero las que siempre me han llamado más la atención han sido dos: la de volver invisible a quien lo encajase en su dedo, y la forma que tenía de corromper a su portador, que llegado a un punto sólo se preocupaba de preservar el anillo y el poder que éste le otorgaba.
Esta descripción evoca inquietantes similitudes con las actitudes de muchas personas en posición de poder.
En realidad la idea del anillo de invisibilidad no es de Tolkien, sino de Platón, que ya en su obra "La República" (380 AC) menciona una idea similar al discutir sobre la justicia y la moralidad, preguntándose si éstas son un bien abstracto inherente al ser humano o una construcción social.
Al principio del capítulo 3 del Libro II, Glaucón habla del anillo de Giges, que hace invisible a quien lo lleve, permitiéndole actuar impunemente. Sugiere que cualquier persona que disfrute de sus poderes actuará de la misma manera, independientemente de que sea una persona honrada o no: robando lo que deseen, matando a sus enemigos, yaciendo con las mujeres que les plazca… Y añade:
"Es más: si hubiese quien, estando dotado de semejante talismán (se refiere al anillo), se negara a cometer jamás injusticia y a poner mano en los bienes ajenos, le tendrían, observando su conducta, por el ser más miserable y estúpido del mundo; aunque no por ello dejarían de ensalzarle en sus conversaciones, ocultándose así mutuamente sus sentimientos por temor de ser cada cual objeto de alguna injusticia."
La deprimente visión sobre el ser humano de Platón es que éste sólo hace el bien no por su naturaleza sino por temor al castigo, pero cuando se añade la posibilidad de delinquir sin consecuencias, todo el mundo se corrompe. Con la connivencia de los demás, temerosos de ser ellos los que sufran las consecuencias.
Lo que es todavía más deprimente es que, casi 2.400 años después, sus palabras sigan siendo igual de actuales. A pesar de la civilización, de los avances en la ciencia y en la cultura, las personas se siguen comportando igual.
Es por eso que muchos políticos, banqueros, parientes de la realeza, grandes empresarios y demás gente con poder actúan de la forma en que lo hacen: se creen que llevan puesto el anillo de Giges y que nunca serán castigados por sus acciones. Todos ellos creen que son intocables: porque son los que manejan las leyes, porque son demasiado grandes para dejarlos caer, porque hay cosas en este país que son sagradas y no se tocan, porque tienen mucho (¡mucho!) dinero…
Y hasta ahora ha sido siempre así.
Me parece que es muy ingenuo pensar que otras personas investidas del mismo poder no actuarían del mismo modo. No dudo que haya individuos buenos (incluso entre los políticos 😛) pero, para subir entre los engranajes de un sistema que ya está corrupto en su propio concepto, creo que es indispensable convertirse en un injusto, en el sentido que le daba Glaucón.
Me temo que aunque reiniciemos el sistema será imposible cambiar esto, porque es inherente a la naturaleza humana. Asumiendo que es imposible acabar con la corrupción y la injusticia de los poderosos, sólo podemos tratar de combatirlas y minimizarlas contrarrestando el efecto de la invisibilidad y de la invulnerabilidad.
Uno de las principales objetivos de las religiones ha sido históricamente el control de las acciones de los hombres. Para ello lo que hacían era acabar con esa sensación de invisibilidad: existe un dios que te vigila y lo sabe todo. Los poderosos aunque de cara a la galería dijesen lo contrario, nunca han creído en ello, y por eso actuaban como les placía.
El nuevo dios escrutiñador debe ser la sociedad, los medios y hoy en día Internet. Por eso en su día me he posicionado a favor de Wikileaks.
Lo que habría que hacer, de forma individual y global, para conseguir minimizar la corrupción a todos los niveles sería:
- No asumamos que es normal. Empecemos por nosotros mismos y los que tenemos cerca: no toleremos la famosa "picaresca" (palabra que odio, porque es un eufemismo para el simple robo o la estafa).
- Los medios deberían encargarse de hacer públicos todos los desmanes (¡adiós invisibilidad!), pero sin intereses partidistas detrás como ocurre casi siempre. También máximo respeto a la Corona y a las demás instituciones, pero si algo huele a podrido en el reino, deberíamos saberlo siempre, sin censura. Internet y las redes sociales pueden jugar un gran papel en todo esto.
- La justicia debería ser verdaderamente independiente. Cada vez que oigo que tal o cual juez es de la línea conservadora o progresista (o sea, que apoya a uno u otro partido) no entiendo como se puede hablar de justicia. Un juez puede tener opiniones privadas, pero jamás deberían trascender y debería aplicar un criterio objetivo siempre, aunque vaya en contra de sus creencias.
- Hay que acabar con la barra libre de indultos. Deberían ser para ocasiones excepcionales y muy justificadas. Si, como yo, creías que eran algo esporádico, por favor lee este artículo de Javier Marías y te aseguro que te enterarás de una situación increíble. Y por supuesto te indignarás.
Lo sé, soy un iluso, pero por pedir que no quede 😃