Los últimos programadores libres

José M. Alarcón
José M. Alarcón
Gallego de Vigo, amante de la ciencia, la tecnología, la sociología, la música y la lectura. Ingeniero industrial y empresario. Fundador de Krasis, especialistas en e-learning. Autor de varios libros y cientos de artículos.
Los últimos programadores libres

Uno de los clásicos de la literatura, Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, nos describía una sociedad distópica en la que los libros estaban prohibidos. Un cuerpo especial de "bomberos"* quemaba las casas de los que los aún los poseyeran. La gente, a través de grandes pantallas en su salón, tenía acceso únicamente a información controlada. Tan solo unos cuantos outsiders que vivían alejados de la sociedad conservaban en su memoria los contenidos completos de muchos libros, para tratar de guardarlos para la posteridad.

Tradicionalmente los Estados o las poderosas instituciones religiosas que los sustentaban han sido los principales agentes de la censura. Toda idea considerada peligrosa para el status quo, subversiva o contraria a la moral imperante en la época se trataba de ocultar. Se prohibía su difusión, o se destruían los originales o, incluso, se mataba a su promotor. Siempre ha sido así. Ya Sócrates, en el siglo IV antes de nuestra era, fue condenado a muerte por promover su pensamiento.

Hoy en día en nuestra sociedad occidental los censores son las grandes empresas. Por ejemplo, la cadena Walmart en EEUU, que emplea a más de un millón de personas y vende alrededor del 10% de los discos de música del mercado, tiene una activa política de censura sobre las portadas y las letras de los mismos, prohibiendo en sus tiendas las que no cumplan con sus criterios. La cuestión llega a tal extremo que las discográficas crean versiones auto-censuradas para poder venderlas en estos grandes almacenes**. Esta censura es tan común que en muchas discográficas la "limpieza" de los discos para Walmart se considera un paso más del proceso de producción de los álbumes. Algunas revistas envían los números por adelantado a la cadena para ver si hay algo que les pudiera molestar y así asegurarse de retirarlo para no perder las ingentes ventas que les proporcionan. Todo ello en aras de promover su regla de "valores familiares", que por otro lado no les impide llevar a cabo prácticas empresariales moralmente reprobables para ahogar a sus competidores y empleados.

¿A qué temperatura arden los bits?

Paradójicamente lo que más coarta la libertad de opinión en la actualidad no es tanto la escasez artificial de información debida a la censura, sino todo lo contrario: el exceso de información. Nos vemos sometidos a un flujo tal que es casi imposible prestar atención a nada. Los medios impresos, la televisión e Internet nos inundan hasta tal punto que ya casi nadie distingue lo importante de lo anecdótico. Y eso es incluso más peligroso que la censura. Los gobiernos que tratan de controlar el acceso a Internet se están equivocando de estrategia: deberían promoverlo al máximo. La gente tendría tanto a lo que atender que les resultaría imposible centrarse en lo importante y sería más fácil distraer su atención.

Lo anterior da para hablar largo y tendido, pero en esta ocasión me quiero centrar en una cuestión muy concreta relacionada con la censura: el enorme poder para controlar la información que les estamos dando entre todos a las grandes empresas tecnológicas, y cómo eso puede estar conduciéndonos hacia la última generación de programadores libres de la breve historia de la informática.

El nuevo paradigma de negocio para las empresas tecnológicas es la integración vertical. Desde que Apple lanzara su iPod a principios de siglo, acompañado por iTunes y la posterior evolución del concepto con iPhone y demás, hoy en día disponer de un control absoluto del producto de principio a fin es la piedra filosofal de los negocios tecnológicos.

Así por ejemplo Apple dispone del hardware, del software y de la fuente de las aplicaciones que hacen que ese software sirva para algo útil: la App Store. El problema es que si una aplicación, un libro  o una canción no les parece apropiada, lo prohíben y listo. No hay nada que hacer y estás condenado.

Algunos ejemplos:

Ahora han extendido su concepto de App Store al sistema operativo de sobremesa, por lo que las aplicaciones se instalan desde allí también, con el control que ello supone por parte de la empresa.

Apple no está sola en esto. Ni mucho menos. Todos los que tienen algún tipo de plataforma lo hacen de manera cotidiana:

Estamos caminando poco a poco hacia una situación en la que el usuario no decide qué aplicaciones quiere usar o qué libros quiere leer, sino que los dueños de las cuatro o cinco plataformas importantes deciden qué está disponible y qué no, qué es bueno para nosotros y qué es malo. Y ahora todo fluye a través de ellos. Ríete de Walmart.

Y no parece que casi nadie se alarme ante esto. En gran parte imagino que es porque el usuario promedio no lo sabe (y seguramente tampoco le importa).

Pero pronto estas plataformas serán las únicas que existan para la mayor parte de la sociedad. Piénsalo.

Además por eso creo que la actual generación de programadores será la última que recuerde la época en la que había libertad para crear cualquier programa que deseases y ejecutarlo en tu ordenador. Los que actualmente se centran en plataformas como las descritas, ya no pueden permitirse el lujo de hacerlo. Y pronto irán todos detrás.

Al final va a ser verdad que las únicas opciones de tener libertad de elección a largo plazo son Linux y la Web. Y esta última ya lo veremos. Cuando Chrome tenga el 95% del mercado (como tuvo Internet Explorer en su punto máximo), controlarán también qué paginas son apropiadas o no. Y si no al tiempo...

Espero estar equivocado.


NOTAS:

* Lo de los bomberos tiene mucho más sentido (y más retranca) en inglés. Bombero en el idioma de la pérfida Albión se dice "fireman", literalmente, "hombre del fuego", por lo que la palabra sirve para ambos significados en este contexto: el que lo apaga (como en Español) y el que lo provoca. El libro se escribió en una época (los años 50 del siglo XX) en los que la sociedad estadounidense se estaba acercando peligrosamente a una situación de estado totalitario con la disculpa de combatir el comunismo. Paradójicamente el libro ha sido censurado e incluso prohibido en algunas escuelas por todo JesusLand, incluso hace pocos años (seguro que los que lo hacían no podían apreciar la contradicción que encerraba).

** Existen casos muy conocidos. Por ejemplo, la contra-portada de "In Utero" de Nirvana, que se cambió para que pasase los filtros de Walmarue mostraba unos fetos, y que incluso tuvo que cambiar el título de la canción "Rape Me", que aboga en contra de la violación, por "Waif Me".

Fotografía: Mayo de 1933, Nazis quemando libros de autores judíos y obras consideradas "Anti-Alemanas", en la biblioteca del Institut für Sexualwissenschaft en Berlin. Fuente: USHMM. Vídeo interesante sobre el tema, de la misma fuente: https://www.youtube.com/watch?v=yHzM1gXaiVo.

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