Hiper-conectividad y pérdida de derechos laborales
La jornada laboral de 8 horas ha sido una de las principales demandas de los trabajadores desde hace más de dos siglos. El primero en proponerlo fue -en 1817- Robert Owen, reformista social galés y uno de los padres del socialismo. Fue el que acuñó la frase "8 horas de trabajo, 8 horas de asueto, 8 horas para descansar" que se ve en el cartel anterior (aunque éste es de 1856 y de Australia). Sus ideas, por supuesto, no calaron entre el empresariado de entonces y los avances en ese sentido fueron más bien pocos hasta el siglo XX.
Por ejemplo, en Inglaterra en 1847 se aprobó el Factories Act , que estipulaba que los niños y las mujeres solo podrían trabajar 10 horas al día como máximo, 6 días a la semana. Todo un logro teniendo en cuenta que hasta entonces todo el mundo trabajaba en las fábricas entre 10 y 18 horas diarias durante 6 días semanales.
Aunque durante casi todo el siglo XIX existieron diversos movimientos sindicales a favor de las 8 horas semanales, no empezaron a tener relevancia hasta finales de esa centuria. En concreto un hecho que marcaría la historia sindical tuvo lugar el 4 de mayo de 1886, y es conocido por el nombre de la Masacre de Haymarket. En 1884 la recientemente creada Federation of Organized Trades and Labor Unions que aglutinaba a la mayor parte de organizaciones sindicales de EEUU, declaró que, dos años más tarde, el día 1 de mayo de 1886 se instauraría la jornada laboral de 8 horas en todas las fábricas. Por supuesto ninguna fábrica hizo caso, lo cual llevó a una consiguiente huelga y manifestaciones en los días posteriores. El 4 de mayo durante una marcha pacífica en Chicago, aparentemente alguien lanzó una bomba a la policía, los cuales respondieron con disparos y mataron a cuatro manifestantes inocentes (aunque toda la información sobre el suceso fue muy confusa). Este incidente tuvo un profundo impacto, y a raíz de ello ahora celebramos el día internacional del trabajo en esa fecha. Curiosamente en EEUU celebran el día del trabajo en septiembre (el primer lunes de ese mes).
A pesar de toda la presión sindical hacia la reducción de jornada, tuvieron que pasar todavía muchas décadas para que la jornada laboral de 8 horas fuese universalmente reconocida en el occidente industrializado.
Uno de los primeros países en disponer de una legislación en este sentido fue España. El 5 de febrero de 1919 se inició una huelga en Barcelona en una empresa eléctrica conocida como La Canadiense. La huelga se mantuvo durante 44 días y se unieron la mayor parte de los trabajadores, llegando a paralizar el 77% de la industria catalana. Como resultado de la misma se obtuvieron mejoras salariales, la liberación de miles de obreros que habían sido detenidos y, sobre todo, la promulgación del Decreto de las Ocho Horas de Trabajo, convirtiendo a España en la nación pionera en este derecho de los trabajadores.
Pero fíjate en que esto fue ¡hace menos de un siglo!. En EEUU, por ejemplo, no se instauró de manera generalizada hasta 1937, aunque Henry Ford en su factoría lo hizo mucho antes, en 1914 hace ahora 100 años. Y no solo eso: les dobló la paga a los trabajadores. No era altruismo por parte de Ford: descubrió que así se alcanzaba el pico de la productividad y aumentó mucho sus beneficios al poder permitirse los trabajadores comprar los coches que fabricaban. Al ver los resultados otras fábricas empezaron a imitarlo, pero se tardó décadas en tener leyes para proteger ese derecho. Ya he comentado en otra ocasión cómo los avances sociales por regla general no se consiguen por altruismo, sino por la fuerza o porque conviene a la mayoría dominante.
La hiper-conectividad nos quita nuestros derechos
Dejando aparte lo que todo el mundo sabe sobre las condiciones en las fábricas de Asia y de países del tercer mundo, en la actualidad, en el occidente industrializado, damos por sentada una jornada laboral de 8 horas. Pero, ¿realmente es así?.
En los últimos años hemos ido incorporando poco a poco a nuestras herramientas de trabajo el teléfono móvil. Al principio era para estar localizado, y se podía apagar a cierta hora. Hace una década se tenía "la Blackberry", pero ahora recibimos a través de cualquier móvil multitud de correos electrónicos, notificaciones e informaciones relacionados de uno u otro modo con el trabajo. Las personas con una mínima responsabilidad en la empresa reciben un teléfono corporativo, y a partir de ese momento se asume que van a estar operativos constantemente, contestando ese email urgente que te llega a cualquier hora. Y no digamos si la empresa trabaja o vende en el extranjero y sus operaciones cruzan zonas horarias.
Uno puede alegar que es culpa del que no apaga el maldito chisme, pero si tu superior parte de la base de que debes usarlo, una gran mayoría no lo harán. Si tienes una pequeña empresa, muchos de tus clientes esperan lo mismo, salvo que los "eduques" desde el primer momento. Puede llegar a ser una pesadilla y algo muy enfermizo.
Por otro lado está la eufemísticamente llamada "jornada flexible" combinada con la gestión por objetivos, que es la tendencia global en gestión de empresas desde hace mucho tiempo. Se utiliza mucho entre las grandes multinacionales, y en especial en las estadounidenses. Sobre el papel el concepto está muy bien:
Aquí tienes un ordenador y un móvil de empresa. Tus objetivos para el semestre (o el año) son estos y se van a medir de esta manera. No tienes que venir a la oficina si no quieres: trabaja desde casa, desde un café o desde un barco si lo tienes. Haz un horario normal o concentra tus horas de trabajo por la noche. Lo que te venga mejor. Haz como quieras mientras consigas los objetivos. De esta forma te auto-gestionas y puedes conciliar tu vida laboral y familiar.
La realidad es bien distinta. Todo el mundo que conozco con este tipo de "flexibilidad" debe trabajar mucho más de 40 horas semanales para conseguir los objetivos, que cada año aumentan si los logras, o te despiden si no es así. Así que, en efecto, tienen libertad de decidir su horario e ir a las reuniones del cole de los niños, pero el resultado final es que se pasan el día (y parte de la noche) trabajando.
Si a esto le añadimos lo anterior, el móvil y tablet de empresa se convierten en grilletes a los que deben estar sujeto todo el día para poder atender demandas de sus jefes o de sus otros compañeros (cada uno trabajando a las horas que le parece, agravando el problema, o desde otros países). Y no es tan fácil como decir que no y apagar todos los dispositivos. Simplemente se espera una conexión permanente, y no pueden desconectar casi nunca.
Obviamente no quiero trivializar comparando la situación de estos trabajadores de cuello blanco con las inhumanas condiciones de las fábricas del siglo XIX. Pero lo que sí está claro es que en los últimos 10 o 15 años, debido a las malas prácticas de gestión y al mal uso de la tecnología, mucho trabajadores están perdiendo derechos conseguidos con sangre, sudor y lágrimas por nuestros antepasados no tan remotos. Como casi todos los recortes de derechos que estamos viviendo últimamente, al ser incruento (o sin sangre al menos) y camuflado como una ventaja para el trabajador, es difícil que la sociedad se revele. Además, si todo el mundo lo hace, negarte te pone en una desventaja competitiva. Pero son situaciones injustas, muy alienantes y que sin duda se deben poner bajo control de nuevo.
Yo por mi parte no tengo nada de la empresa en mi móvil (¡y la empresa es mía!), ni siquiera el correo. Si me voy a de viaje un día pongo un auto-respondedor y ya contestaré cuando vuelva. Si hay algo realmente urgente me pueden llamar de la oficina, pero tiene que ser excepcional. Y a partir de cierta hora no estoy para nadie con el que tenga una relación laboral.
Si no tomas este tipo de determinaciones estás perdido. Quizá no ahora, pero a largo plazo te pasará factura seguro. ¿Es complicado? Sin duda en muchos casos. Pero un jefe que no comprende que a las once de la noche no le vas a contestar un correo aunque él esté en China de viaje, quizá no debería ser tu jefe.
Si eres de los que está atrapado en esta situación, trata por todos los medios de ponerle coto. Aunque sea más fácil decirlo que hacerlo, mucho peor lo tenían los trabajadores de hace uno o dos siglos. Pero lo consiguieron y se jugaban mucho más. Incluso la vida...