Falta de ética y trivialización de la Justicia

José M. Alarcón
José M. Alarcón
Gallego de Vigo, amante de la ciencia, la tecnología, la sociología, la música y la lectura. Ingeniero industrial y empresario. Fundador de Krasis, especialistas en e-learning. Autor de varios libros y cientos de artículos.
Falta de ética y trivialización de la Justicia

La semana pasada recibí una carta del Juzgado instándome a presentarme dentro de unos días con una documentación debido a una denuncia. El cargo que aparecía en la misma indicaba: "Lesiones temerarias".

Primero pensé que sería un error, pero tras consultarlo vi que en efecto: la denuncia era contra mi. Soy el tipo menos violento de la faz de la tierra, así que puedes imaginarte la sorpresa que me llevé al verla. Además la persona que me denunciaba (una mujer) no me sonaba de nada. WTF?

La cosa fue la siguiente: en Junio del año pasado un día de mucha lluvia mi coche resbaló ligeramente en una de las pronunciadas (y famosas) cuestas de mi ciudad. Era una pendiente resbaladiza y el coche se desplazó unos centímetros dándole un pequeño toque -apenas inapreciable- a la defensa del taxi que tenía delante. Nos retiramos a un lado y comprobamos los desperfectos, que como era de esperar fueron mínimos: un nimio rascazo en la defensa del taxi (apenas se veía) y un trocito de plástico roto en la parrilla de mi Smart (que es de mírame y no me toques). La taxista incluso me dijo que como no era absolutamente nada, mejor seguir nuestro camino. Pero como uno es idiota cumplidor, le dije que no se preocupara, que tengo un seguro a todo riesgo y que mejor dejar constancia del asunto con un parte amistoso (viéndolo en retrospectiva fue lo mejor que pude hacer). Rellené el parte y ambos lo firmamos indicando que todo estaba bien y sólo había un par de rascazos sin importancia.

Esto era lo que yo sabía hasta ahora, cuando siete meses más tarde recibo la denuncia 😒

Puesto en contacto con mi abogada, ésta me comenta que estamos ante un caso de manual, muy habitual y el pan nuestro de cada día de los seguros. Lo que probablemente haya pasado es que la mujer llegó a su casa o se tomó algo con unos amigos, y algún espabilado le dijo: "Pero mujer, aunque no haya sido nada tú denuncia igual y di que estás malísima, que le sacas una pasta al seguro. Si total están forrados y son unos estafadores".

Resultado: se va al hospital ese mismo día, dice que le duele todo muchísimo ante el tremendo golpe a 1 Km/hora que le di, y le reclama una pasta al seguro. Para cerciorarse de sacar el máximo partido la denuncia, que ésta sea por temeridad, no vaya a ser que queden unos euros sin rascar por ahí.

Yo, mientras tanto, fastidiado con el asunto, teniendo que tomarme todo tipo de molestias y con un juicio en el horizonte que, aunque seguramente se quedará en nada, podría costarme una buena multa y el tener antecedentes (en el peor de los casos).

¿Cómo no va a ir la justicia lenta?

Este tipo de incidente demuestra dos cosas: que mucha gente no tiene ni ápice de ética y que además no piensan en absoluto en las consecuencias de mayor calado que pueden tener acciones como las suyas cuando se generalizan.

Lo de la ética es evidente. Quizá lo otro no lo sea tanto. Mi abogada me dice que un altísimo porcentaje de las denuncias relativas a incidentes de tráfico son de esta índole: es decir, manifiestamente falsas pero muy difíciles de demostrar como tales.

Yo no soy jurista y desconozco el mundo de los seguros, pero en mi opinión esto implica al menos dos cosas muy importantes desde el punto de vista social:

  1. Un porcentaje alto de los procedimientos que atestan los juzgados son trivialidades y denuncias dirigidas a obtener dinero de las aseguradoras. Ello contribuye a paralizar aún más los ya de por si empantanados juzgados que podrían estar dirimiendo asuntos mucho más importantes como malos tratos, agresiones, robos, etc, etc... Pero no, se ven estancados por la gestión adicional que implican todos estos casos. Por no mencionar el gasto del erario público que llevan aparejado.

  2. Las aseguradoras deben pagar importantes cantidades de manera injusta a mucha gente y, aunque no sea así, incurren en elevados gastos de abogados y procuradores que disminuyen sus beneficios. Esto lleva a recortes en las prestaciones de las pólizas de asegurados que sí que lo necesitan de verdad (accidentados graves que necesitan asistencia, rehabilitación o ambas cosas), y el encarecimiento de los seguros de tráfico en general.

Ya contaré por aquí qué pasa con este asunto, que supongo que se quedará en nada. Pero este tipo de conductas cicateras y mezquinas -de perjudicar a cualquiera por dos duros- son las que llevan a uno ser más antisocial con la edad (o mejor dicho, con la experiencia), y a confiar cada vez menos en la gente.

Sólo me gustaría montar en un taxi un día de estos y que me recogiera esta persona, a ver si se le cae la cara de vergüenza al verme. Aunque seguro que no 😦

ACTUALIZACIÓN 24/4/2012: Hoy, casi dos años después del "incidente" he tenido el juicio civil, ya que en el penal anterior ni siquiera quisieron entrar porque al parecer sabían que no tenían nada que hacer. El resultado es de coña: 4 abogados (dos por cada parte), 1 juez, 2 personas del juzgado, 1 perito, el demandado (yo), 1 demandante (ella), con media mañana perdida para una farsa. El abogado contrario era un tipo muy agresivo (imagino que va relacionado con defender este tipo de esperpentos) hasta tal punto que la juez le llamó la atención, ella una cuentista (diciendo que no con la cabeza cuando yo declaraba como si no diera crédito, algo que según mi abogado es muy habitual para echarle cuento y dar más credibilidad). Todavía no sé el resultado, pero sea cual sea la que habrá perdido es la Justicia, que no es de extrañar que sea lenta y deficitaria. En fin...

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