El pensamiento único individualizado
Vivimos en una era en la que hemos pasado de un extremo al otro en lo que se refiere a la dualidad "escasez/abundancia" de oferta de información. Se dice que en la actualidad una persona está expuesta a más información en un día normal que sus abuelos en toda su vida.
Sólo para que hacerse una idea del flujo de información que se genera constantemente en el mundo, aquí dejo algunas estadísticas significativas:
Cada minuto se suben a YouTube 100 nuevas horas de vídeo, según la propia empresa. ¡Eso es más de 1 hora por segundo!.
iTunes dispone de más de 26 millones de canciones en su catálogo, y Spotify más de 20 millones.
Según mis propios cálculos, se producen alrededor de 2,73 millones de nuevos posts en blogs al día.
Cada minuto se comparten en Facebook más de 680.000 historias, se generan 100.000 tweets, y se suben 3.600 fotos a Instagram (fuente).
En España se publican cada año alrededor de 44.000 libros, siendo más de 328.000 en EEUU (fuente).
Sólo hay que echar un vistazo al resumen del Estudio General de Medios para darse cuenta de la enorme cantidad de contenido escrito y audiovisual que se genera en los medios de comunicación tradicionales (no poseo datos concretos).
Las cifras marean, y es evidente que tenemos un exceso de información. Esto es un problema y una oportunidad al mismo tiempo.
Es un problema porque -en virtud del Efecto Mateo- son los grandes medios y las grandes empresas las que tienen ventaja para hacer oír su voz. En un entorno así el "ruido" a nuestro alrededor nos aturulla, nos despista y nos invita a centrarnos, desoyendo los tonos discordantes. Así que al final, paradójicamente estamos bastante desinformados.
Sin embargo es una oportunidad porque nunca antes en la historia de la humanidad ha existido unas circunstancias tan favorables para que la voz de cualquiera pueda ser oída y escuchada. El desafío es poder sacar partido a la famosa larga cola y dejar que afloren la opinión, la creatividad y las ideas de miles de personas.
Motores de recomendaciones
El mayor desafío al que nos enfrentamos a la hora de consumir información, es filtrar el flujo incesante de propuestas al que nos vemos sometidos cada día. Para ayudarnos con ello la mayor parte de los servicios online que consumimos nos ofrecen sus propios sistemas de recomendación. De esta manera, a partir de nuestro comportamiento anterior, nuestras valoraciones, los amigos y relaciones que tenemos, la clasificación de grupos de similitud, etc… se generan recomendaciones para nuevos contenidos relacionados que nos van a gustar. Los algoritmos utilizados son cada vez más avanzados y aciertan más con nuestros gustos e intereses relacionados.
El gran problema de estos sistemas es, precisamente, que funcionan demasiado bien.
La semana que vi dos vídeos de Elon Musk en YouTube, su sistema no hacía más que recomendarme entrevistas con el mismo personaje (y, reconozcámoslo, es un genio pero necesita unas clases de hablar en público 😛). Buscas un libro en Amazon y luego no haces mas que recibir correos, recomendaciones y anuncios que te siguen por Internet sobre la misma temática, que quizá ni siquiera te interesaba realmente (buscabas un regalo por ejemplo). La nueva característica de recomendación de Spotify sólo me sugiere grupos que ya conozco y estoy aburrido de escuchar (¡por eso precisamente no están en mis listas!). Después de un tiempo Yelp te recomienda los mismos tipos de restaurantes.
Y lo mismo pasa con los productos cuyo único propósito es precisamente aprender de tus gustos para recomendarte otras opciones. En su día dejé de usar el ya extinto DailyPerfect porque al cabo de dos semanas me sacaba siempre el mismo tipo de noticias exactamente. Existen decenas de ejemplos más...
Reforzando nuestras propias opiniones
Los motores de recomendación se utilizan supuestamente para facilitar el descubrimiento de cosas nuevas que nos van a interesar. Sin embargo lo que consiguen es confinarnos más en nuestra zona de pensamiento, reforzando nuestros gustos y opiniones. La paradoja, por tanto, es que algo diseñado para proporcionar descubrimientos y novedades nos cierra cada vez más en nuestro discurso, sin nada diferente, excitante, alternativo, que quizá no nos vaya a gustar pero que necesitamos.
Ya hablemos de gustos, ideologías o pensamientos, siempre es necesario estar expuesto a la variedad. Probar nuevas comidas, escuchar música diferente, ver películas extranjeras, conocer otros puntos de vista, contrastar opiniones con las que no estamos de acuerdo pero que nos darán nuevas semillas para evolucionar las nuestras... Para avanzar en todos los aspectos de nuestra personalidad necesitamos un punto de aleatoriedad, de contraste, de salirse del camino marcado.
Los motores de recomendación en su estado actual nos convierten en versiones híper-individualizadas de ese prototípico señor mayor que solo lee periódicos de su signo político y que está muy lleno de razón porque todas las opiniones a las que tiene acceso coinciden con su visión del mundo.
A medida que nuestras vidas son cada vez más digitales y dependen de servicios online, es algo crucial conseguir que éstos mejoren sus algoritmos de recomendación y nos permitan escapar de nuestro propio pensamiento único.
Por desgracia creo que probablemente esto no va a ocurrir, y tendremos que ser nosotros mismos los que nos forcemos a salir de nuestra zona de confort de vez en cuando, para ver qué hay más allá...