Tecnología, Big data, la democracia intervenida y qué podemos hacer al respecto

Hace unos pocos años la privacidad, para la mayoría, era una cuestión de no estar sujetos a coerción comercial, y mantener el mínimo de la parcela de dignidad que la privacidad en si misma implica. En la actualidad es algo de importancia primordial.

José M. Alarcón
José M. Alarcón
Gallego de Vigo, amante de la ciencia, la tecnología, la sociología, la música y la lectura. Ingeniero industrial y empresario. Fundador de Krasis, especialistas en e-learning. Autor de varios libros y cientos de artículos.
Tecnología, Big data, la democracia intervenida y qué podemos hacer al respecto

En verano de 2014, escribí un artículo titulado "Un Tweet, un voto" que hablaba sobre cómo la información y el rastro que dejamos a través de toda la Web, y en especial en las redes sociales, podía ser analizada y explotada de manera masiva para lograr muchas cosas diferentes: desde predecir brotes de enfermedades hasta influir en las ventas de una multinacional. El artículo era una llamada a sopesar nuestra responsabilidad a la hora de usar la Red (de ahí su título). Pero, como me suele pasar, no calibré (ni de lejos) las implicaciones más extremas que todo esto tendría en el futuro.

Y henos aquí, en 2017. Un mundo en el que la situación que describía hace solo tres años se ha llevado al extremo en varias ocasiones y ha logrado influir manera determinante para ayudar a que un tipo peligroso gobierne en la primera potencia mundial o que el Reino Unido se haya ido de Europa, entre muchas otras cuestiones políticas de mayor o menor calado en todo el mundo.

Nadie te conoce mejor que yo

En la actualidad casi todo el mundo utiliza de un modo u otro Internet y los servicios gratuitos que ofrecen un puñado de gigantes que dominan el medio. En el último lustro la proliferación de los dispositivos móviles ha hecho que hasta los abuelitos de 90 años se hayan subido al carro de la mal llamada "sociedad de la información" (yo ya diría de la desinformación). Incluso cuando no saben usar nada más, al menos utilizan Whatsapp, propiedad de Facebook, uno de esos gigantes a los que me refería.

Cuando utilizamos una red social o Whatsapp, cuando realizamos una búsqueda o cuando navegamos por páginas que recogen cookies para identificarnos (prácticamente todas), vamos dejando un rastro digital que nos caracteriza y nos define en múltiples dimensiones. Empresas como Facebook incluso recogen "perfiles sombra" (Shadow Profiles) de gente que no es usuaria de su plataforma, pero que utilizan igualmente (quizá les falte tu nombre, pero tienen todo lo demás).

Con los servicios de localización presentes en los dispositivos móviles, incluso aunque los desactivemos, dejamos también una impronta digital de nuestro paso por el mundo físico, incluso aunque no estemos utilizando aplicación alguna.

Las empresas dominantes del sector saben qué gustos e intereses tenemos, conocen nuestros miedos y creencias, nuestra raza, qué aspecto tenemos, nuestro nivel cultural y de estudios, quiénes son nuestros amigos, nuestros familiares o nuestros socios, nuestra orientación sexual, por dónde nos movemos y con qué frecuencia, con quiénes hablamos y de qué... Saben más de nosotros probablemente que nuestros cónyuges o nuestros mejores amigos.

Hasta no hace demasiado tiempo la principal aplicación de todo esto era venderte más y mejores anuncios. Si una empresa sabe todo esto de ti puede ofrecerte un producto incluso antes de que tú mismo sepas que lo quieres. El valor de algo así es incalculable.

Democracia tele-dirigida

Pero si te paras a pensarlo, todo este control es el sueño húmedo de cualquier Estado totalitario. Corrijo: de cualquier Estado. De cualquier gobierno o político.

Incluso en nuestras democracias occidentales, aunque esos datos no se utilicen (al menos supuestamente) para vigilarnos y mantenernos bajo control, sí que se pueden emplear de manera mucho más sibilina para influir sobre cada uno de nosotros y, a la postre, influir sobre la sociedad en su conjunto y aprobar leyes, desestabilizar gobiernos o cambiar el resultado de elecciones.

El análisis de esa información, combinado con inteligencia artificial y operaciones militares de psicología y propaganda, se utiliza de manera cotidiana en el mundo político, en la mayor parte del mundo. De hecho es sabido quiénes son las principales empresas del sector, lideradas por Cambridge Analytica, aunque sean opacas y desde luego desconocidas por el gran público.

Releyendo lo anterior hasta yo mismo me doy cuenta de que sueno un poco "apocalíptico" de más. Parezco un magufo en contra de las vacunas hablando de la conspiración de las farmacéuticas, o del Club Bilderberg. Pero, si crees que exagero, te recomiendo encarecidamente que leas, por ejemplo, este artículo de The Guardian (en inglés) sobre cómo el triunfo del Brexit se orquestó a través del uso de bots en redes sociales, del análisis de estos datos y del gasto de cantidades ingentes de dinero en publicar mensajes tan segmentados que se generaban de manera concreta para cada una de las personas a las que se dirigían (micro-targeting), apelando a los miedos de cada uno e inventando información para refrendar sus creencias. Un triunfo brutal de este tipo de servicios.

En un entorno tan opaco es casi imposible saber en qué escenarios se han utilizado este tipo de técnicas de control para influir políticamente. Desde luego en los EEUU (de hecho donde empezaron a hacerlo), pero también se tiene constancia de Trinidad y Tobago. O sea, no solo en países del "primer mundo" como cabría esperar. De hecho se dice que en la actualidad la influencia de este tipo de técnicas está presente en todo tipo de referendos y asuntos políticos. Incluso en el caso de España, con el asunto de Cataluña, toda la injerencia que ha habido, más que instigada por el gobierno ruso como se ha dicho tiene todas las trazas de haber sido coordinado por Cambridge Analytica, una de sus filiales, o una empresa que se dedica a lo mismo. Faltaría saber quién les ha pagado y cómo.

Qué podemos hacer

Aquí es donde entra la responsabilidad individual. El ser conscientes de lo que hacemos, en dónde lo hacemos, con quién y, sobre todo, a quién le estamos entregando nuestros datos con cada una de las múltiples interacciones que tenemos con la Red.

Cuando hacemos una búsqueda, al darle un "Me gusta" a un amigo, al enviar un mensaje de Whatsapp, al llevar el móvil encendido en el bolsillo, al conectarnos a una red Wifi gratuita en el extranjero... Debemos saber que según cómo lo hagamos podemos estar facilitando un poco más que puedan influir sobre nuestras decisiones, polarizarnos políticamente, reafirmar de manera espuria nuestras ideas (lo cual, sí, es malo), etc...

Pero ¿qué podemos hacer? Muchas cosas. A continuación comento algunas fáciles y directas, que puedes empezar a aplicar ahora mismo.

1. Entender lo que hacemos y separar la navegación

En primer lugar debemos tratar de entender qué estamos haciendo exactamente cuando utilizamos cada servicio y tomar medidas de control.

Por ejemplo, si navegamos por Internet con la sesión de Facebook o de Google abierta (por comodidad) o con alguna de sus cookies guardadas, cada vez que visitamos una página que tenga Google Analytics (la práctica totalidad de ellas) o un botón de dar "Me gusta" de Facebook, saben exactamente qué estamos haciendo en Internet. Para evitarlo podemos hacer varias cosas:

  • Usar dos navegadores diferentes: uno para usar los servicios comunes como el correo o las redes sociales y otro para navegar.
  • También podemos sacar partido a algún complemento como Multi-Account Containers de Firefox para separar completamente nuestra navegación.
  • O mejor aún: utilizar un navegador que prime la privacidad como Opera (que trae un bloqueador y una VPN integrados) o Brave (que en Android es especialmente bueno y es el navegador que yo utilizo en este sistema).

También puedes usar el modo privado de tu navegador, que si bien no es tan privado como te piensas, al menos te aseguras que borra toda la información generada (cookies, historial de navegación y demás) al terminar la navegación.

2. Hay vida más allá de Google y Facebook

Otra gran medida a tomar es la de utilizar servicios alternativos a los habituales para muchas de las tareas comunes.

Por ejemplo, yo hace mucho tiempo que uso como buscador principal DuckDuckGo. Es casi tan bueno como Google, tiene utilidades muy chulas y, sobre todo, están obsesionados con tu privacidad por lo que no se registra ni almacena nada de lo que buscas. Incluso te permite buscar en Google dejando el mínimo rastro posible, para lo cual solo tienes que poner delante de tu búsqueda esto: !g y listo. Yo esto último lo uso en las pocas ocasiones que los resultados no me satisfacen y quiero ver qué me dice el gigante de los buscadores. Ponlo como buscador por defecto en tu navegador.

Whatsapp lo usa tanta gente que es casi "intrínseco", por lo que es prácticamente imposible sustituirlo para todas tus comunicaciones. Pero con los amigos y familiares más cercanos, en los que puedas influir, utiliza Signal, que es seguro, abierto y también están obsesionados con tu privacidad. Seguro que no te cuesta convencerlos, pues es un programa gratuito, ligero y que casi no ocupa. No tendrán problema en tenerlo instalado y usarlo contigo. Por algo se empieza. Otra buena opción es Telegram, aunque solo sea por los chats privados y que tienen un gran interés en ser la alternativa a Whatsapp y por ello cuidan mucho la privacidad. Este está mucho más extendido y desde mi punto de vista le da mil vueltas a Whatsapp. Lo podrás usar con más gente, pues es bastante conocido.

También es interesante buscar servicios alternativos ubicados en Europa, donde las reglas relativas a la privacidad y la protección de datos personales son muy estrictas. Los hay de todo tipo: correo (incluso gratuito), almacenamiento en la nube, mapas...

En el caso de los móviles los iPhone de Apple son mucho más respetuosos con tu privacidad que los basados en Android. Entre muchos motivos porque, de momento, el negocio de Apple está en vender el hardware a precio de oro, no en vender tus datos. Además técnicamente toman muchas medidas interesantes para asegurar esa privacidad. Me encanta por ejemplo el uso de la privacidad diferencial que hacen para recolectar datos de uso fiables, pero que al mismo tiempo no vulneren tu privacidad. Ahora bien, no todo el mundo puedo comprar un iPhone. O no le gusta (es mi caso: tras años de usar iPhone y luego Windows Mobile, ahora uso Android). Pero desde el punto de vista de privacidad, es una mejor opción.

La idea es: al menos reparte la información que generas. Disgregar la información en este caso es debilitar al enemigo.

3. Usa una VPN

Existen multitud de buenas razones para conectarse a Internet con una VPN. Pero una de ellas es también la privacidad que proporcionan. Para ello el proveedor de VPN que elijas debe cumplir unos mínimos.

Para empezar no te fíes jamás de VPNs gratuitas (las hay a patadas en las tiendas móviles). De hecho consigues todo lo contrario: que espíen lo que haces, que inyecten anuncios en las páginas que visites, que vendan tu información de navegación. Se suelen aprovechar de los espabilados que las quieren usar para acceder a contenidos multimedia en otros países, por ejemplo. Si quieres usar una VPN y que sirva para algo deberás pagarla.

Si no tienes demasiados requerimientos y solo la vas a usar para la Web, entonces quizá te llegue con la de Opera, que es gratuita, desde el propio navegador.

Si quieres proteger todo el tráfico y que tu privacidad quedé asegurada, hay muchas opciones en el mercado. Por si te sirve de referencia, la que yo uso es SaferVPN, de una empresa israelí. Funciona bien, la puedes usar para todas las comunicaciones, en varios dispositivos, y te protege automáticamente en el móvil cuando te conectas a una Wifi. Además no guardan logs de tu actividad (otros también lo dicen pero no es cierto) y tiene un precio muy bueno: si la compras a largo plazo (3 años) te cuesta unos 2-3 euros al mes.

Recuerda los puntos anteriores también: solo usar la VPN no evita que te sigan con cookies o si estás autenticado.

En conclusión

Hace unos pocos años la privacidad, para la mayoría, era una cuestión de no estar sujetos a coerción comercial, y mantener el mínimo de la parcela de dignidad que la privacidad en si misma implica. En la actualidad es algo de importancia primordial. Significa la diferencia entre ser o no una marioneta en las manos de partidos políticos y grupos de presión con muchos recursos. La diferencia entre una democracia sana y una pervertida.

Pero... "Yo tengo pensamiento crítico y pienso por mi cuenta", "Yo ni siquiera uso las redes sociales". Es indiferente. De un modo u otro todos usamos la Red. No podemos sustraernos a sus grandes beneficios. Por ello, todos estamos directamente influidos por ella, dejamos nuestra huella en ella y se nos puede caracterizar. Y por supuesto poseemos nuestros sesgos, nuestra falta de tiempo para analizarlo todo, y por lo tanto todos somos manipulables. Además, llega con un grupo relativamente reducido que esté mediatizado y empuje a la opinión general para que nos acabe envolviendo, por lo que todos somos responsables también de hacer entender la importancia de esto a los demás. A lo que debemos enfrentarnos es a propaganda de toda la vida elevada a la enésima potencia.

Quizá me equivoque, pero pienso que este tipo de usos espurios del poder de la Red así como todo el fenómeno de las llamadas fake news son una de las mayores amenazas para el progreso social y político, y la estabilidad mundial, que veremos en los próximos meses o años. Y no podemos esperar que nadie las meta en cintura por muchas razones, por lo que la única opción realista que nos queda es tomar medidas por nosotros mismos, empezando por entender el fenómeno, entender nuestra responsabilidad cuando usamos la Red y llevar a cabo las cosas sencillas que propongo en este texto.

Yo pongo mi granito de arena tratando de divulgar un poco sobre el tema. Espero que te sirva, y que tomes cartas en el asunto. Y si te parece de interés, que lo compartas.

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