Manzanas podridas

José M. Alarcón
José M. Alarcón
Gallego de Vigo, amante de la ciencia, la tecnología, la sociología, la música y la lectura. Ingeniero industrial y empresario. Fundador de Krasis, especialistas en e-learning. Autor de varios libros y cientos de artículos.
Manzanas podridas

Todo el mundo sabe que cuando una pieza de fruta se empieza a pudrir dentro de la cesta lo mejor es retirarla. De no hacerlo acelerará el proceso de maduración de las demás debido al etileno que libera (un potente mensajero químico), pudriéndose todas ellas en tiempo récord.

Esta  circunstancia se utiliza en no pocas ocasiones como analogía con los grupos de personas, donde uno o varios individuos malintencionados pueden influir negativamente sobre los demás, hasta tal punto de echar a perder el grupo completo.

La cesta de fruta de la empresa

El sentido común nos dicta que es fácil identificar a las manzanas podridas entre nuestros compañeros de trabajo o en nuestra empresa. Al fin y al cabo una persona que hace mal su trabajo enseguida debería quedar en evidencia, ¿no?.

Pues no…

Aparte de que a veces no es tan fácil identificar la mala calidad de los trabajos, un trabajador incompetente o torpe no es lo peor que puede ocurrir en una empresa o grupo de trabajo. Una persona que simplemente no hace bien su trabajo puede encauzarse de diversas maneras, o al menos puede acotarse el efecto que tiene sobre el global de la actividad. Lo positivo es que es una cuestión de aptitud y no de actitud, y se puede corregir, encaminar de otro modo y en cualquier caso no se contagia a los demás.

Existen otros tipos de personas **mucho más peligrosas **en una empresa **porque **sus acciones tienen que ver con el comportamiento consciente que tienen, y eso sí se contagia. Además con frecuencia estas personas son como la manzana de la foto: por fuera aparentemente están muy bien, pero por dentro ya se han podrido. Y son estos con los que debemos estar más alerta.

Hay varios tipos:

1.- El “escaqueador” profesional

Es el que no muestra interés alguno por sus tareas, el que siempre que puede evita hacer el trabajo que le corresponde cargándoselo a algún compañero o el que incluso oculta sus capacidades para que no le caigan nuevas responsabilidades. Viven del desempeño del grupo con la ley del mínimo esfuerzo.

En el colegio, cuando tocaba hacer trabajos en grupo, siempre había alguno de estos. Para el maestro era muy difícil detectarlos pues si el trabajo al final era correcto, su falta de aportaciones se diluía entre las de todos.

En la empresa pasa lo mismo. Son difíciles de detectar si los resultados del grupo son más o menos los esperados, pero lo cierto es que su actitud acaba por minar la moral a los demás, que encuentran la situación injusta, pierden la motivación y acaban por caer también en la desidia.

2.- El abusón

Se trata de las personas que tienen muy poca consideración por los otros compañeros y los menosprecian de palabra, se ríen de otras personas, hacen comentarios sexistas u ofensivos, y en general tienen una actitud agresiva con los demás. Ni siquiera tienen que llegar al insulto directo. Es más bien un cúmulo de pequeños actos de todos los días, pequeñas gotas de agua que poco a poco acaban por hacer rebosar el vaso.

Suelen guardar la compostura cuando están presentes los responsables o los superiores jerárquicos. Los compañeros por vergüenza, miedo a ser unos delatores, etc… no suelen denunciar estas actitudes tampoco, por lo que finalmente pasan también inadvertidos durante mucho tiempo.

3.- Los negativos: yo contra el mundo

Estos, según mi dolorosa experiencia, son los peores. Son aquellos que muestran una actitud negativa ante todo. Casi cualquier cosa se recibe con una crítica, desencanto o, directamente, rebeldía. Aunque lo hagan para si mismos y los que tengan más cerca únicamente. Pero no solo son este tipo de acciones evidentes las que los caracterizan. Es una mezcla entre su modo de estar, sus sentimientos ante el trabajo y su actitud hacia la empresa, sus compañeros y sobre todo sus superiores.

En muchas ocasiones esta actitud se deriva de su propia falta de capacidad. Ya he hablado en este blog sobre el victimismo como actitud defensiva contra la propia incapacidad. Como todo el mundo sabe la mejor defensa es un ataque, así que si eres malo en tu trabajo quizá una buena forma de ponerte a la defensiva es ir en contra de todo lo que se proponga en tu entorno, de todo lo que te digan que hay que hacer, de todo lo que se lleve a cabo. Si logras convencerte y convencer a otros de que todo lo que te rodea está mal, entonces tu propia incapacidad no es tan grave: eres un rebelde, no un inútil.

Otra veces es simplemente un defecto de la personalidad y no está atado a una baja aptitud (el trabajador desempeña bien su puesto). Y un trabajador, por muy bien que haga su trabajo, si tiene este comportamiento consciente acabará por arruinar el trabajo de los demás.

Merma de productividad y destrucción de equipos

Aunque lo que acabo de exponer es evidente para casi cualquiera que haya trabajado unos años en alguna empresa, siempre es interesante que alguien lo cuantifique y ponga números concretos sobre qué implicaciones tiene.  Y eso es precisamente lo que hicieron en el año 2006 a través de un estudio los profesores Will Felps y Eliza Byington de la Universidad de Rotterdam junto al profesor Terence R. Mitchell de la Universidad de Washington.

En su estudio juntaron grupos de personas trabajando con un objetivo común incentivado económicamente. Infiltraron en los equipos a “manzanas podridas” que adoptaban diferentes aptitudes negativas en torno al trabajo para medir su influencia en los resultados. Invariablemente la sola presencia de estas ovejas negras conducía a una reducción de la productividad de entre el 30 y el 40%. Y lo que es peor: algunos miembros del equipo comenzaban a adoptar la misma actitud que presentaba el infiltrado.

Podemos imaginar fácilmente cuáles son los efectos a largo plazo de alguien así.

El PDF del enlace anterior contiene el estudio completo, de 48 páginas, pero para resumir sus resultados en una frase: **el peor miembro del equipo **sirve como **predictor de los resultados **que va a obtener el grupo.

No importa que tengas un genio en el grupo o que la media sea muy alta: un solo miembro del equipo con una mala actitud que no se ataje a tiempo arruinará en el corto plazo el desempeño conjunto.

Siempre se nos ha dicho que los grupos son más fuertes que las personas, así que cabría pensar que en un grupo heterogéneo las influencias positivas y negativas se compensarían. Por ejemplo, si hay dos personas con mala actitud y seis con buena, el conjunto será sin duda positivo. Pero la experiencia demuestra que esto no funciona así.

En la práctica los hechos, impresiones y sentimientos negativos son mucho más fuertes que los positivos. Por ejemplo, se estima que para que una relación de pareja tenga una buena probabilidad de funcionar, las interacciones positivas deben estar al menos en una relación 5 a 1 frente a las negativas.

Sin disculpas: son tus castañas las que están al fuego

En las empresas, como en cualquier otro grupo humano, hay gente de todo tipo. Si nos atenemos a las estadísticas, al menos un 10% de los trabajadores son manzanas podridas en potencia que pueden arruinar a un grupo. Así que si tienes al menos 10 compañeros de trabajo o una empresa con 10 trabajadores, por pura probabilidad lo normal es que tengas al menos a uno de estos nocivos liberadores de etileno. Y si los que tienes los mantienes durante un tiempo, con toda seguridad acabarás teniendo al menos el doble o el triple. Esta situación es una empresa pequeña significa una sentencia de muerte.

Si eres un jefe paternalista o conciliador en exceso lo más probable es que acabes pensando cosas como:

  • “Bueno, el trabajo no lo hace mal del todo”

  • “Cada uno tiene su personalidad y hay que aceptarla”

  • “El tío es tan bueno que a ver donde encuentro otro así ahora”

  • “Algo estaré haciendo mal yo” (seguro que sí, pero eso no cambia el hecho de que hay ya una manzana podrida)

  • “A lo mejor es una mala impresión mía”

  • “He hablado con él y parece que va a cambiar de actitud”

  • Etc, etc…

OLVÍDALO. Con eso lo único que conseguirás es alargar la agonía. Asúmelo, aunque sea difícil, suponga un golpe para la empresa (especialmente en un equipo pequeño), o te cueste dinero y estemos en una mala situación económica, lo que tienes que hacer es librarte de las manzanas podridas antes de que contagien a las demás.

Si no lo haces acabarás perdiendo dinero, angustiado en tu propio equipo, o -si eres un pequeño empresario- cerrando la empresa. El asunto es así de grave.

La legislación laboral española es muy complicada: salvo los casos más flagrantes es casi imposible hacer un despido procedente, y algunos de esos comportamientos que describo son casi imposibles de demostrar fehacientemente. Así que prepara la cartera. Te va a costar una buena cantidad. Incluso aunque sólo sea por los abogados que necesitarás.

Además, si finalmente procedes al despido, existe un daño colateral perverso resultante de no tomar cartas en el asunto pronto y aguantar estas actitudes: el juez te dirá probablemente que cualquier comportamiento nocivo, si fuera conocido pero no se apercibió sistemáticamente y por escrito por parte de la empresa cuando se producía, entonces se trata de un comportamiento permitido y admitido, por lo que no puede ser entonces causa de despido. Y no me lo estoy inventando. Es la Ley. Pregúntale a cualquier abogado laboralista. ¿Es o no perverso?

Conclusión: líbrate de la manzana podrida, aunque la manzana seas tú.

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