La sociedad del sálvese quien pueda

José M. Alarcón
José M. Alarcón
Gallego de Vigo, amante de la ciencia, la tecnología, la sociología, la música y la lectura. Ingeniero industrial y empresario. Fundador de Krasis, especialistas en e-learning. Autor de varios libros y cientos de artículos.
La sociedad del sálvese quien pueda

Aunque soy gallego y tenemos fama de lo contrario, nunca he sido una persona desconfiada. Más bien lo opuesto: confiado en exceso. Soy de los que siempre ha pensado que todo el mundo es bueno mientras no se demuestre otra cosa. Esa actitud creo que es la más sana, porque ayuda a relacionarse, a colaborar, a tener ganas de llevar a cabo proyectos de todo tipo, a disfrutar de lo que hagas… Pero también conduce a grandes decepciones.

Lo que ocurre es que a medida que vas adquiriendo experiencia en la vida descubres que hay muchas personas que no son como uno piensa que deberían ser. Y dado que las experiencias negativas pesan mucho más que las positivas, uno acaba por moverse al otro extremo: desconfiar, por defecto, de todo el mundo. Y lo cierto es que la mayor parte de nosotros acabamos por ser así a medida que cumplimos años.

El problema es que todo esto, a largo plazo y considerando la sociedad en su conjunto, nos lleva a una situación peor para todos. Existen diversos estudios económicos que encuentran una fuerte correlación entre la falta de confianza (y por tanto la corrupción) existentes en una sociedad, y la renta per cápita y el desarrollo económico de la misma.

Al fin y al cabo una transacción económica de cualquier índole siempre conlleva un componente intrínseco de confianza mutua.

Uno de los ejemplos más gráficos que conozco para mostrar el efecto devastador de la falta de confianza en economía lo describe Dan Ariely en su famoso libro* "Predictably Irrational" mediante un juego:

Imagínate que que os entrego 10€ a ti y a tres personas más. Por la cara, para que os los quedéis. Acto seguido os ofrezco a los cuatro la oportunidad de conseguir más dinero de una forma sencilla: podéis poner en un bote común cerrado la parte de esos 10€ que queráis. Yo no sabré cuánto ha puesto cada uno, pero al final duplicaré el total que haya en el bote y os lo repartiréis a partes iguales, sin importar cuánto haya puesto cada uno. Sin trampa ni cartón.

La mejor estrategia a seguir parece evidente: poner todo el dinero en el bote. Si los cuatro ponéis los 10€ íntegros, todos habréis duplicado el dinero (habrá 40€ en el bote, yo pondré otros 40€ -o sea, un total de 80€- y tocan por tanto a 20€ cada uno). Es estupendo. Un negocio redondo y todos duplicamos nuestra cantidad.

Así que vas, pones tus 10€, esperas a que pongan los demás, y cuando toca repartir ves que te devuelvo solamente 15€, y no los 20€ que esperabas. ¿Qué demonios ha pasado aquí?

Enseguida te das cuenta: lo que ha ocurrido es que uno de tus compañeros ha pensado que todos seríais honrados, así que ha decidido actuar egoístamente y traicionar vuestra confianza, por lo que no ha puesto nada en el bote. Por lo tanto al final hay 30€, yo los duplico (60€) y al repartir entre los cuatro os daré 15€ a cada uno. Tú y tus compañeros os quedaréis con 15€ mientras que el "listo" tendrá en el bolsillo 25€, ¡casi el doble que los demás!.

¿Qué crees que ocurrirá si ahora os dejo repetir el experimento y volver a poner en el bote?

Pues que lo más seguro es que ninguno ponga nada. Se ha perdido la confianza y existe un riesgo muy probable de perder gran parte de tu dinero si lo vuelves a poner todo (si ingenuamente solo pusieras tú de nuevo los 10€, te quedarías con 5€ y harías 5€ más ricos a tus tres compañeros que no han puesto nada).

Es fácil ver la analogía entre este ejercicio mental y la realidad económica, referida específicamente a los impuestos y el dinero público, que al fin y al cabo lo ponemos entre todos.

Ya he escrito en otra ocasión aquí sobre las estrategias evolutivamente estables, y cómo el comportamiento negativo de unos pocos hace que al final éste se generalice y obligue a todo el mundo a comportarse igual.

Las leyes cortoplacistas que se promulgan últimamente, los sacrificios a los que se quiere obligar a la mayoría de la sociedad mientras las multinacionales y los bancos obtienen beneficios récord, las constantes noticias sobre corrupción, etc… nos hacen sentir como el ingenuo y bienintencionado jugador que pone los 10€ en el bote común la primera vez, pero nunca más lo vuelve a hacer al ver rota su confianza.

Mientras unos pocos rompan la baraja con la connivencia de los que gobiernan, solo podemos entrar en una espiral de desconfianza, la sociedad del sálvese quien pueda, que es lo que se está fomentado desde hace años. Eso no puede conducir a nada bueno.

Se trata de un problema cultural. Está imbuido en la sociedad y debe cambiar empezando por cada individuo. Y eso solo se consigue mediante educación, tiempo y empezando desde hoy uno mismo a tratar de pensar y actuar de forma diferente. Aunque muchas veces nos acabemos llevando golpes por hacerlo.

Fotografía Creative Commons por KYGP

* Si no lo quieres comprar existe una versión gratuita para Kindle con fragmentos del libro, pero por $7.64 (unos 5,73 €) yo ni me lo pensaría para comprarlo, porque es muy bueno 😃 Si tienes problemas con el inglés, existe una edición en español que curiosamente han titulado "Las trampas del deseo", vaya usted a saber el porqué.

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