El fin del esclavismo y otras fábulas morales para niños

José M. Alarcón
José M. Alarcón
Gallego de Vigo, amante de la ciencia, la tecnología, la sociología, la música y la lectura. Ingeniero industrial y empresario. Fundador de Krasis, especialistas en e-learning. Autor de varios libros y cientos de artículos.
El fin del esclavismo y otras fábulas morales para niños

En mis dos post anteriores hablaba sobre dos efectos que me interesan mucho y sobre los que he estado investigando profusamente en los últimos tiempos.

Por un lado está la tendencia de los sistemas sociales a permanecer inalterados, algo que forma parte de la propia naturaleza y que se conoce como sistemas evolutivamente estables y que también se puede asimilar en cierto modo a los procesos de Markov. El otro efecto interesante, más ligado a la sociología, es el que dimana de la teoría de justificación del sistema, en virtud de la cual la mayoría de la gente tiene motivaciones para impulsar, defender y justificar el statu quo, es decir, la situación política, social, cultural o económica en la que viven.

Un tercer efecto relacionado que me parece incluso el más importante es la propia presión que ejercen los grupos de poder económicos, y que creo que además estamos viviendo en cierta medida en la actualidad. La esencia de la cuestión es muy sencilla: ¿las situaciones injustas generalizadas cambian cuando la presión social se hace insostenible o porque los poderes económicos acaban por permitirlo cuando la nueva situación les va a favorecer todavía más?.

Es una pregunta bastante importante porque pone en duda que realmente haya muchas cosas que los grupos sociales puedan hacer para cambiar las situaciones injustas que afectan a una gran parte de la población. Sin llegar a los extremos de una revolución, algo harto difícil de conseguir como hemos visto en los dos post anteriores.

Un caso especialmente esclarecedor que nos muestra la historia tiene que ver con la abolición de la esclavitud en las colonias británicas en el siglo XIX.

La esclavitud y las buenas intenciones de los que mandan

A lo largo de la historia occidental, ¿en cuántas ocasiones las consideraciones morales han tenido preferencia sobre las económicas? Nunca. Jamás. Never.

**La trata de esclavos **en las colonias británicas se abolió oficialmente el 25 de marzo de 1807. La esclavitud en si misma aún tardó algo más en ser abolida y no lo fue hasta 1833.

SimboloAntiEsclavista

La esclavitud en las colonias había durado casi 400 años. En 400 años esa situación injusta no cambió. Siempre hubo personas en contra, una minoría, y luego estaban los propios interesados que eran los esclavos. La teoría de la justificación del sistema por si sola no llega para explicar por qué duró tanto una situación tan extrema para tantas personas en una sociedad occidental pseudo-civilizada e ilustrada.

Sin embargo, si nos fijamos en las fechas, los hechos comienzan a cobrar más sentido.  Se dieron otros dos hechos históricos casi al mismo tiempo o de manera muy cercana: **la independencia de América del Norte **del imperio británico en 1783, y la primera revolución industrial, ocurrida en Inglaterra entre 1750 y 1850 aproximadamente.

¿Por qué fue importante esta confluencia temporal?

Tras comenzar la guerra de la independencia americana en 1775, se prohibió a todas las colonias británicas mantener relaciones comerciales o económicas con las colonias de América del Norte (los incipientes Estados Unidos), la cual se prorrogó tras el fin de la guerra. Hasta entonces esa región era ya el mayor mercado de los británicos, pero además constituía el principal proveedor de suministros para mantener a los esclavos africanos de las otras colonias, por cuestiones de proximidad. Ello obviamente hizo mucho más difícil mantener el sistema existente en esas regiones.

La mayor parte de los esclavos trabajaban en la producción de caña de azúcar, un negocio muy lucrativo. Más o menos por esa época comenzaron las grandes presiones competitivas de otras naciones productoras, como Cuba o India, que llevaban los precios a la baja. Además, la revolución industrial trajo una gran eficiencia en la producción de todo tipo de bienes. Inglaterra prohibió el desarrollo de la industria en sus colonias para evitar que pudieran ser competitivas (de una manera brutal, por cierto), y no levantó la prohibición hasta que su ventaja fue tan grande que estaban seguros de que no había forma de que sus colonias pudieran competir en igual de condiciones con ellos.

Resultado: los esclavos ya no tenían sentido económico real cuando se produjo la abolición. La revolución industrial había entrado por completo y estos vestigios del pasado eran más un obstáculo que una ayuda. Fue entonces cuando se permitió de verdad que las voces discordantes se extendieran y se culminó con la abolición.

Obviamente cualquier descripción histórica tan breve como esta es a la fuerza simplista, y hubo seguramente otros factores que entraron en juego. Pero no obstante a grandes rasgos creo que es bastante acertada (a mi me gusta mucho este artículo en el Trinidad Y Tobago News de hace unos años, cuando se celebró el segundo centenario de la abolición y que cuenta con más detalle lo que comento más arriba).

Ha ocurrido de manera similar en otras épocas de la historia. Por ejemplo, en la antigua Roma la esclavitud se terminó también por que dejó de ser práctica económicamente.

Una tercera fuerza del cambio

Como resumen de las ideas principales de estos últimos tres posts podría decir que para que una sociedad cambie radicalmente se necesitan tres factores cuyos efectos se reparten en mayor o menor medida y están entrelazados:

  1. Que se alteren las probabilidades de transición de una situación a otra (proceso de Markov).

  2. Que el cambio se asuma como algo inevitable o a todas luces tan injusto que rompa el efecto de justificación del sistema.

  3. Y que **los poderes económicos vean la nueva posible situación como algo más favorable **que la que tienen actualmente.

Esto se puede aplicar a multitud de situaciones que se dan todavía hoy en día, si bien no tan extremas. Y muchas que no nos afectan directamente a nosotros, que nadie se mire en exceso el ombligo, pero en las que de un modo u otro estamos participando (una pista: como consumidores). Que cada uno saque sus propias conclusiones…

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