5 cosas que aprendí trabajando desde casa

Si para realizar tu trabajo es suficiente un ordenador y una conexión de Internet, entonces trabajar desde casa es una estupenda opción. No solo eso: cada vez es más frecuente contratar a personas que se encuentran ubicadas en cualquier parte del mundo, y muchas empresas tecnológicas nacen ya com...

José M. Alarcón
José M. Alarcón
Gallego de Vigo, amante de la tecnología, la música y la lectura. Ingeniero industrial y empresario. Autor artículos y libros desde 1996. YouTuber. Inversor.
5 cosas que aprendí trabajando desde casa

Si para realizar tu trabajo es suficiente un ordenador y una conexión de Internet, entonces trabajar desde casa es una estupenda opción. No solo eso: cada vez es más frecuente contratar a personas que se encuentran ubicadas en cualquier parte del mundo, y muchas empresas tecnológicas nacen ya como organizaciones distribuidas, con los trabajadores desperdigados por diferentes zonas horarias. Son las ventajas de la conectividad universal y las nuevas herramientas de comunicación.

A finales de los ‘90 del siglo pasado y antes de montar Krasis, trabajé de freelance durante unos años. Fue una época interesante de la que saqué enseñanzas positivas, pero también aprendí mucho sobre lo que es mejor evitar. Además de esto, en mi empresa hay varias personas que tele-trabajan y que solo aparecen por la oficina de vez en cuando. Y todos nuestros autores y tutores están distribuidos en varias ciudades de España y parte del extranjero, pero debemos colaborar y mantener una relación fluida igualmente. Por todo ello, durante los últimos 20 años he tenido una estrecha relación con el tele-trabajo, sus virtudes y sus desafíos, y he aprendido mucho de mis propias experiencias y de las de otros.

Ventajas de trabajar en remoto

Trabajar desde casa puede ser muy positivo.

En primer lugar ahorras tiempo, pues no tienes que desplazarte a otro lugar antes de comenzar la jornada, y eso hace que aproveches mejor el día. Si además trabajas por objetivos o eres tu propio jefe (es decir, no tienes que estar sujeto a un horario estricto), podrás planificar mucho mejor el reparto del tiempo, ayudando a equilibrar tu vida personal y profesional. Esto redundará sin duda en una mejoría de tu productividad y de los resultados de tus tareas.

Otra gran ventaja es que puedes enfocarte mucho mejor en el trabajo. En la oficina siempre hay alguien que te viene a hablar, una llamada de un cliente que debes atender, imprevistos de última hora, compañeros que te piden ayuda o que te tomes un café... Gracias (o debido) a las herramientas de comunicación electrónica, estas cosas también ocurren estando uno solo, pero seguro que son menos frecuentes y además siempre tienes la opción de cerrar esas todas esas vías de distracción con un simple clic. El trabajo remoto te puede brindar paz, silencio y concentración.

De hecho yo ya hace años que, paradójicamente, cuando tengo que centrarme para acabar algo me quedo en casa en lugar de ir a la oficina. Tu casa a veces puede ser el mejor sitio para trabajar, y la oficina el peor. Paradojas de la vida moderna.

Problemas de trabajar en remoto

A pesar de las innegables ventajas también existen problemas.

El principal problema es que corremos el riesgo de “esclavizarnos” por no separar el trabajo de la vida personal. Es una cuestión mucho más grave de lo que parece a simple vista. Sobre todo porque a veces es difícil ser conscientes de que nos está ocurriendo.

Además, no todo el mundo sirve para trabajar en remoto. Hacerlo requiere un carácter organizado, disciplinado y proactivo. No puedes estar esperando a que te digan lo que tienes que hacer en cada momento. Y si tienes flexibilidad horaria corres el peligro de que al final trabajes poco, o todo lo contrario: que no pares de trabajar. Hay que saber organizarse, marcar los tiempos y priorizar.

Por otro lado algunas personas llevan muy mal la soledad. Al final debes pasar como mínimo 8 horas todos los días delante de la pantalla. Eso es mucho tiempo. Cuando yo trabaja solo, me llegaba a pasar días sin hablar con nadie. Aunque no te des cuenta esto acaba por cambiarte el carácter, y debes mantenerlo bajo control.

Las 5 cosas que aprendí

En realidad aprendí algunas más, pero a continuación te dejo las que considero más importantes:

  1. Vístete cada día. Lo que quiero decir es que hay que comportarse de un modo similar a como lo harías si trabajases con más gente. Levantarse, pillar un café e irse directamente a la pantalla es una tentación demasiado grande. Al final puedes acabar pasándote en pijama todo el día. Puede parecer una tontería, pero el problema es que acabas por no separar bien tu vida personal y tu vida laboral. Tener esa disciplina te ayudará a “cambiar el chip”. Al principio no lo notarás, pero tras un tiempo esa falta de separación acabará por quemarte.
  2. Ten una habitación adecuada, exclusiva para el trabajo. Puede parecer estupendo sentarte con el portátil en el sofá del salón (incluso con la tele de fondo) o en la mesa de la cocina y trabajar desde allí. Pero eso conduce nuevamente a no separar el trabajo de la vida cotidiana, especialmente si vives con otras personas. Desde luego, jamás trabajes en la misma habitación en la que luego duermes. Yo cometí ese error y me costó unos años de insomnio. Tener un espacio aislado dedicado exclusivamente al trabajo facilita el “cambio de chip” y ayuda con la indispensable separación entre trabajo y vida cotidiana. ¡Ah!, y es importante que ese espacio sea agradable y adecuado. Una habitación pequeña sin ventanas no es un sitio sano en el que trabajar mucho tiempo. Acondiciona un lugar, incluso fuera de tu casa si es preciso (los espacios de co-working están creciendo como setas en todas las ciudades). Invierte en una silla cómoda, una pantalla grande y una buena iluminación. Será la mejor inversión a largo plazo para tu salud física y mental.
  3. Fíjate un horario laboral y cúmplelo. Aunque tengas libertad de horario y trabajes por objetivos o incluso aunque seas freelance y por lo tanto seas tu propio jefe. Ese horario podría ser diferente al convencional si te lo puedes permitir. Quizá seas un ave nocturna y trabajes mejor por la noche, o a lo mejor te viene bien parar todos los días de 13:00 a 17:00 para recoger a los niños del cole, comer con ellos y hacer vida familiar. Todo eso es cosa tuya y debes saber si es factible hacerlo dependiendo de tus circunstancias laborales. Pero una vez que decidas qué horario es el mejor y lo fijes, procura cumplirlo con la misma diligencia que si estuvieses en la oficina. Y esto incluye interrumpir las comunicaciones con la empresa. A partir de que termine tu horario laboral se acabó también Skype, Slack, el correo electrónico, y todas las demás cosas que te atan al trabajo. Si no lo haces acabarás por no desconectar nunca.
  4. Mejora tu manera de comunicarte. Trabajando en remoto acabas por comunicarte a través de medios electrónicos: Skype, Trello, Slack, correo electrónico... Esto agiliza mucho el trabajo distribuido con otros trabajadores remotos, pero también tiene sus problemas. No es lo mismo decir una cosa a la cara que escribirla. La comunicación no-verbal es incluso más importante que la verbal, y a través de medios electrónicos la pierdes en gran medida. Así que debes realizar un esfuerzo extra en comunicarte con claridad: piensa mejor lo que vas a decir y de qué manera, usa “emojis” para dejar claro el tono de algunos comentarios y no tengas miedo de preguntar las veces que haga falta si no has entendido del todo bien algo. En una oficina tradicional, cuando llegas saludas a los compañeros y comentas con tus colaboradores directos algún detalle del día anterior o de las tareas que tenéis por delante. En remoto debería ser igual. Si empiezas a trabajar y en todo el día no te comunicas con los compañeros acabarás por sentir desapego por ellos, y ellos por ti. Y esto es un problema. Aunque solo sea eso, dile hola a alguno de vez en cuando y comenta algo aunque no sea estrictamente necesario.
  5. Socializa. Si ya es importante relacionarse con otra gente en circunstancias normales, trabajando en soledad es algo crucial. Procura sacar tiempo por la semana para quedar a tomar un café o comer con amigos, anótate a un gimnasio, vete a eventos a tener charlas intrascendentes... Si trabajas para una empresa y es posible, pásate por la oficina un par de mañanas cada semana... Otra buena opción es establecer tu lugar de trabajo en un sitio de co-working. Te ayudará a relacionarte con otras personas en una situación similar, a charlar de cosas diferentes a tu propio trabajo, y a tener las conversaciones de la hora del café que tendrías en una oficina. Este tipo de cosas te pueden parecer una pérdida de tiempo al principio, pero a largo plazo son muy importantes. Cuando uno se pasa en soledad muchas horas seguidas todos los días, especialmente si además vive solo, el carácter te acaba por cambiar. Sin darte cuenta te vas volviendo más huraño, más anti-social, y al cabo de unos meses o de un año acabas por no tener ganas de ver a nadie. Escapar de este círculo vicioso no es fácil -sobre todo porque a veces es complicado ser consciente de ese cambio de actitud- y hay que poner mucho de tu parte. Pero es indispensable.

Trabajar por tu cuenta o en remoto ofrece muchas ventajas y puede ser una gran fuente de satisfacción y de ayuda para conciliar tus necesidades personales y tu trabajo. Pero como no tengas cuidado y sigas con disciplina algunos consejos básicos puede acabar por volverse en tu contra.

Y tú ¿has trabajo como freelance o en remoto? ¿Cuál es tu experiencia? ¿Algo que añadir?

Sígueme: