Todos somos clarividentes

Se dice que una de las características del ser humano que lo distingue de los demás animales es su capacidad de anticipación, de prever lo que le depara el futuro. Esto no es del todo cierto...

José M. Alarcón
José M. Alarcón
Gallego de Vigo, amante de la ciencia, la tecnología, la sociología, la música y la lectura. Ingeniero industrial y empresario. Fundador de Krasis, especialistas en e-learning. Autor de varios libros y cientos de artículos.
Todos somos clarividentes

Se dice que una de las características del ser humano que lo distingue de los demás animales es su capacidad de anticipación, de prever lo que le depara el futuro. Esto no es del todo cierto según han demostrado algunos estudios que prueban que, de manera excepcional, otras especies también poseen la capacidad de prepararse para el futuro inmediato. Aunque de manera bastante limitada, eso sí. Pero sí que se trata de una afirmación precisa si nos referimos a la capacidad consciente de prever el futuro a muy largo plazo y no solo en lo que nos afecta de forma directa, con un objetivo meramente utilitario. Mediante el uso de razonamiento abstracto de alto nivel tenemos la capacidad de realizar completos "viajes mentales" al futuro, previendo posibilidades verosímiles y anticipándonos a que ocurran.

Para realizar estas predicciones nos podemos basar en muchas herramientas, entre las que cabe destacar:

  • Nuestra experiencia personal previa (memoria episódica).
  • Nuestro conocimiento general del mundo basado en la experiencia y el conocimiento adquirido (memoria semántica).
  • El conocimiento científico, que nos permite realizar cálculos y prever situaciones sin necesidad de una experiencia previa (por ejemplo, prever el cambio climático o predecir la existencia de ciertas partículas subatómicas sin haberlas experimentado en la práctica).

Esta sorprendente capacidad tiene sus aspectos positivos y negativos, dependiendo de cómo actuemos ante lo que prevemos que va a suceder.

Por ejemplo, en el caso de la memoria episódica, un efecto pernicioso que solemos experimentar es la angustia ante lo que podría pasar. Un animal se angustia ante una situación presente como el hambre por la falta de comida, pero jamás ante la perspectiva de algo malo, porque simplemente no son capaces de preverlo. Sin embargo un ser humano se angustia ante la mera posibilidad futura más o menos verosímil de que le pueda ocurrir algo terrible En ocasiones esto conduce a situaciones de incapacidad y bloqueo por el miedo e incluso, en casos extremos, a cuadros de depresión. Y lo peor es que muchas veces se dan estas situaciones debido a "predicciones" erróneas o profecías auto-cumplidas, que son una de las formas más devastadoras de viaje mental al futuro. Salvo que nuestra predicción tenga una certeza absoluta de cumplirse, angustiarse, bloquearse y resignarse es lo último que debiésemos hacer. En el lado positivo, si no nos bloqueamos podemos actuar y cambiar lo que nos depara el futuro. Ese es el motivo por el que vamos al dentista o a hacernos una colonoscopia por poco que nos guste: para evitar males mayores más adelante. Es decir, sacrificamos la satisfacción inmediata por un beneficio mayor a largo plazo.

Por otro lado, utilizando nuestra memoria semántica y/o el conocimiento científico podemos predecir muchas cosas que podrían ocurrir en el futuro de manera general y global, anticipándonos a ellas. De hecho, si no fuese por esta capacidad el ser humano no sería lo que es. Gracias a ella desarrollamos herramientas que podían ser reutilizadas, se crearon los primeros asentamientos al lado de los ríos, se desarrolló la agricultura o se viajaron grandes distancias en busca de tierras menos agresivas para vivir. También se crearon los sistemas educativos (incluso los más rudimentarios) e incluso las religiones.

El hombre es el único ser capaz de anticiparse y cambiar su propio futuro, planificándolo y tomando las acciones apropiadas para modificarlo.

Esta capacidad de prever lo que puede ocurrir, sobre todo en el caso de hipotéticos futuros negativos, es precisamente una de las grandes armas con las que nos ha dotado la Naturaleza.

Y entonces llegaron los políticos

Antes de la democracia los dictadores y reyes también preveían el futuro, pero lo cambiaban para su propio beneficio, no el de la mayoría. La democracia participativa, en la que todos tenemos derecho a opinar, y por lo tanto a influir -aunque sea infinitesimalmente- en el futuro colectivo, se supone que cambiaba esa situación.

El fallo práctico de toda esa teoría democrática se encuentra -fundamentalmente- en los plazos. O en la forma de medir resultados si lo prefieres. Los gobernantes saben que la mayor parte de la gente no piensa a largo plazo, sino en el futuro inmediato, y por lo tanto se hace política para el corto plazo - a 4 años vista para ser exactos- en lugar de la que sería más conveniente de cara al futuro lejano.

Esta forma de actuar se acentúa más incluso a medida que se acerca el final de los cuatro años de legislatura. Solo hay que ver, por ejemplo, las calles saturadas de obras que hay en todas las ciudades los meses previos a las elecciones, que disparan muchísimo la deuda de los ayuntamientos con el objetivo de ganar votos. O las bajadas de impuestos y las leyes populistas aprobadas a toda velocidad antes de las elecciones. Todo ello por el afán electoralista de los que en ese momento están en el poder. Si fuésemos listos, lo que haríamos sería castigar a los que hacen eso en lugar de premiarlos con nuestro voto.

Gobernar para el futuro

Un buen ejemplo de gobernar con la vista posada en el futuro lo tenemos en la tribu esquimal de los Inuit, en el ártico. Debido a los largos y agresivos inviernos, tenían que estar siempre preparados para los tiempos duros que sin duda vendrían, por lo que todo lo que hacían como grupo cohesionado era conducente a prepararse para ello, y se pensaba solamente en lo que era bueno para el grupo a largo plazo, incluso a costa de sacrificios inmediatos (Fuente: libro "Becoming good ancestors" de David Ehrenfeld).

Otro gran ejemplo que personalmente me encanta es la regla de las 7 generaciones de las naciones indias Iroquois del noreste de EEUU (conocidas como las Seis Naciones), en las que no se tomaba decisión alguna sin antes preguntarse "¿Qué efecto tendrá esto sobre 7 generaciones más adelante de la nuestra?". Lo tienen en su constitución, y a menudo se relaciona con las tendencias ecologistas y este anuncio clásico de los años '70, el del famoso indio llorando.

Otra idea que me gusta mucho es una de las promovidas por la fundación Long Now, ubicada en San Francisco, que más allá del rollito "New Age" que se traen, no exento de pijería propia del primer mundo, tiene algunas iniciativas interesantes. En concreto en este caso me estoy refiriendo a la de incluir de un "0" delante del año actual, de modo que en lugar de escribir que estamos en el año 2015, escribiríamos que nos encontramos en el año 02015. Esto, que parece un cambio tonto, en realidad consigue que modifiquemos nuestro marco de referencia temporal para pensar a 10.000 años vista por lo menos (con 5 dígitos podemos llegar en realidad hasta el 99.999). Con ese cero extra vemos más claramente que todavía tenemos mucho por delante, y que lo que llevamos de historia es tan solo una pequeña fracción de lo que está por venir. Es un cambio pequeño pero psicológicamente influyente (o al menos a mi me lo parece).

02015

Pensar en estos ejemplos nos ayudará a decidir lo que más nos conviene, en lugar de centrarnos en lo inmediato.

El problema de nuestra sociedad occidental moderna es que no existe planificación estratégica para casi nada de calado. Hemos renunciado a la principal ventaja competitiva que nos proporciona la Naturaleza, porque nos angustiamos: por la crisis, el terrorismo o incluso amenazas totalmente inexistentes inventadas por las élites que gobiernan el mundo. El motivo es casi lo de menos. Lo importante es que no estamos actuando como debemos y eso nos lleva a ser naciones que están siempre apagando fuegos en lugar de construir las bases adecuadas para las próximas generaciones. Y en la actualidad, con el conocimiento acumulado que tenemos, no pensar a largo plazo se trata de algo imperdonable.

Deberíamos tener en mente todo esto la próxima vez que leamos el programa de un partido o vayamos a votar. Pensemos en nuestros hijos, nuestros nietos o mejor aún en nuestros bisnietos, y meditemos sobre si lo que plantean los políticos va a ser mejor para estas futuras generaciones o no, aunque a nosotros nos cueste un poco de sacrificio ahora. Lo contario es un sálvese quien pueda.

Por eso, por ejemplo, me gustaba la idea original de Europa, no el patético grupo de egoístas en el que se ha convertido. O las causas ecologistas no exacerbadas, la movilidad geográfica de las personas, la promoción de la ciencia básica (bien diseñada, no como la Universidad española actual), la unión y no la separación, el laicismo respetuoso, y tantas otras políticas con un efecto beneficioso a largo plazo. Lo otro son tiritas para heridas recientes: necesarias pero no tan importantes.

Con la población mundial creciendo a pasos agigantados, el consumo de energía en aumento imparable, el calentamiento global, los fundamentalismos rampantes (y no solo me refiero al radicalismo islámico) la recesión cultural y científica que sin duda vivimos globalmente... este es el peor momento para abandonar la mejor ventaja natural que poseemos: la clarividencia.

Fotografía de Zoltar por The Red Hare Studio, Creative Commons.

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