Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana...

José M. Alarcón
José M. Alarcón
Gallego de Vigo, amante de la ciencia, la tecnología, la sociología, la música y la lectura. Ingeniero industrial y empresario. Fundador de Krasis, especialistas en e-learning. Autor de varios libros y cientos de artículos.
Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana...

En el pequeño planeta Ahnapse las cosas no van demasiado bien. La última crisis intergaláctica los ha dejado muy mal parados. Todavía siguen siendo el planeta preferido para irse de vacaciones y borrachera por los habitantes de otros planetas de la Coalición Planetaria. "Como en Ahnapse no se vive en ningún otro planeta de esta galaxia", dicen. Y así es. Los propios nativos lo piensan también: poco trabajo, buena temperatura, siempre conociendo gente nueva que está de visita... El sueño de cualquier Corelliano, vamos. Así que, constantemente, hordas de turistas planetarios invaden los lugares de descanso, en la cara del planeta en la que siempre alumbran sus dos soles.

A medida que pasa el tiempo los demás planetas avanzan más que Anhapse, tecnológica y económicamente. Así que los turistas que vienen son cada vez más variopintos. Enseguida, además de los ricos Corellianos, comienzan a venir también Gunganos, Wookies e incluso Hylsarians. Estos turistas dejan poco dinero y mucha basura. Un desastre a largo  plazo para la economía del planeta.

Desde hace varias generaciones el Consejo que gobierna Ahnapse sabe que la situación no puede seguir así y que tienen que cambiar las bases de su economía planetaria. Ese tipo de turismo no es sostenible por si solo, y la solución pasa por invertir en que los Ahnapsianos jóvenes aprendan a dominar las tecnologías de motores de plasma y generación de energía que vienen de fuera (especialmente de Sodinu Sodatse, el planeta más avanzado de la galaxia), y sobre todo que en el futuro logren crear sus propias tecnologías.

Así que el Consejo decide impulsar el aprendizaje inyectando créditos para que algunos estudios sean gratis. Las disciplinas a estudiar se decidirán desde el Consejo con el ánimo de orientar al planeta en la dirección correcta. Por otro lado se inyectan aún más créditos para fomentar que las empresas Ahnapsianas investiguen y desarrollen nuevas formas de aportar a la economía, eso sí, también en ciertas direcciones marcadas por el gobierno del planeta. Parece una excelente idea.

El Consejo se siente orgulloso de los miles de millones de créditos que hacen fluir incansablemente para estos propósitos. Si nos atenemos a las cifras, los habitantes no dejan de aprender y sus empresas de investigar. Curiosamente, a pesar de ello, las cosas no parecen mejorar en nada.

¡En Ahnapse jamás se había aprendido tanto!

Los créditos destinados al entrenamiento de los jóvenes Ahnapsianos se gestionan por parte de las confederaciones de trabajadores y otros organismos asociacionistas. El Consejo pensó que de esta forma se encauzaría mejor el dinero hacia quien lo necesitaba. Ya estos organismos se encargarían de contratar a las mejores empresas de enseñanza para entrenar a los aprendices de científico.

Lo que ocurre en realidad es que muchas nuevas empresas, creadas ex profeso para ello, son las que entrenan a los jóvenes de la manera más barata posible, dejando pingües beneficios para ellas y sus amigos de las confederaciones (por supuesto, no oficialmente), si bien los jóvenes en realidad aprenden lo justo sobre tecnologías cada vez más anticuadas.

Mientras tanto, los maestros Jedi de toda la vida -que enseñan a sus aprendices los designios de la Fuerza- ven cómo se quedan sin padawans porque sus enseñanzas no entran dentro de los subsidios del Consejo. ¿Para qué quieres dominar la Fuerza cuando puedes aprender a dominar un motor de plasma?

El resultado es que el planeta gasta muchos créditos del Consejo para enriquecer a unos pocos, seguir con jóvenes mal formados incapaces de inventar nada nuevo y sin ánimos para emprender nada por si mismos. Y por supuesto quedándose sin Jedis que le puedan sacar las castañas del fuego cuando sea necesario.

Pero ¡eh!, ¡en Ahnapse jamás se había aprendido tanto!

¡En Ahnapse jamás se había investigado y desarrollado tanto!

Las empresas Ahnapsianas también deciden que van a aprovechar la oportunidad de todo ese dinero fácil que el consejo les da, y que van a investigar. Así que miran qué cosas hay por ahí hechas en otros planetas que sean fáciles de copiar, que encajen en las directrices del consejo, y dándoles un aspecto diferente las presentan con  gran bombo y platillo.

Al mismo tiempo se montan cientos de nuevas pequeñas empresas que se diseñan desde el primer momento para "inventar" cosas que agraden al Consejo y puedan ser financiadas por éste. No importa que lo que "inventan" ya esté inventado o no sirva para nada.

Otras pequeñas empresas con grandes ideas alejadas de la doctrina del Consejo no pueden desarrollarlas. Porque todo el mundo sabe que para ser innovador hace falta un plan paso a paso muy detallado, y éstas no lo tenían.

Pero ¡eh!, ¡en Ahnapse jamás se había investigado y desarrollado tanto!

¡En Ahnapse jamás se había consumido tanto!

El Consejo intenta reactivar la economía con más créditos inyectados. Así que todos los ciudadanos tienen subsidios para aprender, comprar nuevas naves interestelares para irse por ahí el fin de semana, e incluso para amueblar de nuevo sus hogares flotantes con mobiliario de la famosa marca AEKI (que por cierto es de otro planeta).

Objetivo conseguido. ¡En Ahnapse jamás se había consumido tanto!

Mientras tanto en el otro extremo de la Galaxia...

En Sodinu Sodatse -como ya se ha dicho, el planeta más avanzado del sistema- sus empresas no tienen ayuda alguna del Consejo, por lo que deben pelearse constantemente por tener cada vez mejores motores de plasma, plantas de generación de energía cada vez más eficientes y, como premisa para ello, jóvenes cada vez más preparados y sabios cada vez más ingeniosos. Incluso inventaban constantemente cosas nuevas muy útiles para todos.

Su tecnología estaba en todas partes y nunca habían vendido tanto.

Todo acaba por llegar

Lo que parecía imposible ocurrió. Un día se acabó el dinero. No fluyeron más créditos desde el Consejo a los ciudadanos de Ahnapse.

Muchísimas empresas que se habían montado para aprovechar los subsidios cerraron porque ya no había "negocio", mientras sus propietarios se retiraban -sin mirar atrás- a los lugares de descanso en otros planetas, que si bien no eran tan hermosos como los de Ahnapse, a estas alturas sí eran más tranquilos y limpios.

Dado que los habitantes estaban acostumbrados a que todo era gratis o muy barato gracias a los antiguos subsidios, nadie parecía querer (ni poder) pagar por nada, a excepción, claro, de los dueños de las empresas, que tenían dinero a espuertas. Casi todo lo que se podía comprar en los mercados del planeta eran productos de otros planetas, ya que en Ahnapse no se fabricaba ni diseñaba apenas nada pues todo el mundo lo que hacía era trabajar en empresas cuyo único objetivo era agradar al Consejo y conseguir sus créditos sin ofrecer nada a la economía real.

.....

Entonces me desperté...

¡Menuda pesadilla! Empapado en sudor me levanté a echar un trago de agua y recuperarme del susto. Menos mal que era sólo un sueño y esto no está pasando de verdad 😉

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